lunes, 28 de noviembre de 2011

KEPA MURUA, poeta: "La poesía es balsámica para el lector y el autor"


José Vicente Pascual González - Blogs

Kepa Murua (Zarautz, 1962) estudió Filosofía y Letras en la Universidad del País Vasco y consiguió su licenciatura en Historia del Arte en Oviedo. A mediados de los años 90 del siglo XX regresó al País Vasco y fundó Bassarai Ediciones. Desde entonces mantuvo su trabajo de editor en paralelo a su vida de escritor, pero ninguno de sus libros fue publicado por Bassarai. El pasado verano la editiorial cesó su actividad. Además de una decena de poemarios, es autor de libros de ensayo y varios volúmenes realizados en colaboración con artistas de distintas disciplinas.

Murua ha escrito ya 11 libros de poesía. "Es un trabajo de fondo. Estoy contento, cuando empecé no pensaba que iba a llegar a crear un cuerpo poético de este calibre", reconoce. El gato negro del amor es un libro autobiográfico en el que Murua abordó la crisis de su divorcio, con un cambio de registró que le llevo a adentrarse en la confesión. "Después del agotamiento físico y mental del anterior libro, Poesía sola, pura premonición, de más de 500 páginas, necesitaba caer en la confesión personal", explica. "Por eso el libro es breve pero intenso, íntimo, en el que se mezclan los sentimientos del amor y el desamor. Volví a la poesía confesional porque necesitaba contar cosas. Tuve que dejar de lado la irrealidad visionaria que aparecía en el libro anterior".

En su poesía Murua huye del artificio; en El gato negro del amor se encuentra minimalista. "Busca una poesía más sencilla, más narrativa, más fácil de entender. El tema del amor está muy manido en la poesía y si no lo tratas bien puede caer en el lado de lo kitsch, de lo más romanticón", añade. "El amor es un tema por excelencia en la poesía, pero a veces se les ha ido a los poetas de las manos. Yo quería una poesía concentrada, sin ningún tipo de retórica, en la que hablara de lo que nos duele y de lo que sufrimos con el amor y el desamor, pero también de la esperanza que nos da. El último poema deja la puerta abierta a la esperanza, a lo bueno que queda por venir".

Escribir un ensayo sobre el amor le parece una tarea imposible. La poesía, en cambio, ha puesto a su alcance imágenes con las que hablar del amor y al desamor con más facilidad, superar el miedo a exhibir su mundo más íntimo. "Es un tema muy espinoso. El poeta tiene que tener mucho respeto por lo que dice y por cómo lo va a entender el lector", precisa.

Murua asegura que El gato negro del amor le sirvió de cura. "Es un libro balsámico. La poesía lo es para el lector y el escritor. A la hora de escribir me dolieron algunas cosas, pero al volver a los poemas me he divertido mucho, me he reido de mí mismo al ver que no todo era tan negro. Es un libro con mucho color. El poeta se desnuda con un tema en el que no todo es sufrimiento, con una visión en calma. Finalmente, se descubre una fiesta del amor".

Nunca antes escribió un libro tan vinculado a su experiencia personal. "A veces se olvida que la ficción también es parte de la poesía. No por colocar un yo por delante es el poeta el que lo ha hecho. El poeta se puede meter en el cuerpo de otros y escoger otras voces", recuerda. No ocurre en esta ocasión y la utilización simbólica de los gatos ha ayudado a disimular el carácter autobiográfico de los poemas. "Cada gato se corresponde con un estado de ánimo, cada gato es de un color. Ahí encontré lo que yo llamo el aparato literario del libro", cuenta el autor. Y para hablar de otro amor Murua llevo a su libro la unión de sus padres. "Para que el libro no fuera una caída sin frenos al abismo, coloco, como una parte sustancial de mi biografía, el matrimonio duro y eficaz, tierno y amoroso, a su vez, de mis padres", dice. "Si bien no nos enseñaron a amar, nos mostraron en cambio su cariño".

El gato negro del amor es un libro viajero. Murua empezó a escribir los poemas en Londres, en 2005. Continuó el trabajo en Toronto y Nueva York y lo acabó en Vitoria en 2006. "Yo reconozco en cada poema donde está escrito. Cada uno de ellos tiene un paisaje diferente", afirma. Algunos acaban de cuajar, cree Murua, en el momento que se leen en voz alta ante el público. "Sin lectores, sin un público que escuche, el escritor no es nadie. Prefiero leer los poemas yo mismo porque cuando los he oído en otras voces no me he identificado. En los rapsodas he visto una teatralización que no corresponde con los poemas. La poesía será minoritaria y complementaria, pero siempre tendrá su espacio".

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