José Vicente Pascual González - Blogs
ABC-4/11/2011
«El cuentista que hay en mí ha escrito una novela, y el novelista que hay en mí ha escrito un libro de relatos. Se han cruzado ambos papeles»...
-Un gran creador se la juega siempre ante la media distancia. ¿En cuál se encuentra más cómodo el novelista o el cuentista?-El cuentista tiende a la precisión, a la concentración, a la condensación, mientras que el novelista es más alegre, es menos austero y, bueno, pues se dispersa, recorre territorios mirando el lenguaje; por una parte la concisión y la concetración y por otra la dispersión son los puntos de referencia del cuentista y del novelista.
-¿A quién le quedan las horas contadas?
-Todos tenemos las horas contadas, absolutamente todos. He buscado un título ambiguo porque son las horas contadas, es decir el hombre que está para terminar y que tiene las horas contadas, y al mismo tiempo las horas que él cuenta, las historias que él cuenta. No me gustaría pensar que la Europa del euro tiene las horas contadas, no me gustaría pensar.-O la Grecia culta, sabia, profunda que nos aportó cultura y educación, y parece que también tiene ahora los minutos contados.
-Es algo tremendo, cómo de repente realidades que te parecían absolutamente firmes pues son amenazas evanescentes. Vivimos en un momento de horas contadas. ¡Es terrible!
-«El dragón del hambre» es otro relato en el que anidan políticos corruptos y gobernantes despóticos... Cualquier parecido con la realidad...
-Tal vez la clase política ha conseguido un estatus parecido a lo que eran los señores feudales. Efectivamente, nosotros les votamos, nos representan, pero en cierto modo se alejan bastante del pueblo, de los ciudadanos. Yo creo que hay que reconducir un poco lo que es la representación política, y los políticos tienen que darse cuenta de que se presentan porque ellos quieren. A nadie le obligamos a ser político. Los políticos piden nuestro voto, les votamos y luego viven en una especie de burbuja separados de la realidad. Y eso es un problema. Ahora, en el caso de ese cuento hablo de un personaje que es verdad, el presidente de Corea, un déspota siniestro. Ahora yo digo: eso en una época donde no existían, etc... Bueno, es una broma, naturalmente.
-¿Estamos retornando a un nuevo feudalismo?
-Bueno, es el papel que tenían los señores feudales. Yo creo que en cierto modo los políticos lo están representando. Porque ya han recibido el voto, ya están ahí, y entonces ¿qué? Oiga, señor político, yo quiero verle a usted de vez en cuando por mi barrio, en fin, que se tome usted una caña conmigo, o que no se la tome pero que esté al tanto de los problemas reales de cada día. Usted me cuenta lo catastrófico que está siendo todo, pero usted señor político está ahí para que esto no sea catastrófico. La representación política hay que replantearla en ese sentido: los políticos tienen que estar más en la realidad, más con la gente, más en contacto con la ciudadanía permanentemente. Así debería ser un político.
-¿Hemos perdido la moralidad en este mundo?
-Decía Horacio que los necios son aquellos a quienes los dioses quieren perder. Vivimos en un mundo que tira a la necedad. Estamos viendo cada día, continuamente, un cúmulo de necedades. Toda esta enorme crisis que estamos viviendo, económica, social, etc... pues en el fondo hay un panorama como de que son los necios los que están ordenando el mundo, ¿qué está pasando? Como decía el refrán, Dios te libre de vivir momentos interesantes.
-¿Qué espera de las elecciones del 20-N?
-Tenemos un grave problema en España que es el paro, problema significativo, importante, mas estamos inscritos en un enorme problema que es el europeo, e incluso mundial. O sea, que estamos inscritos en un momento muy azaroso del sistema que vivimos. Sinceramente, no espero demasidado, no espero que en España se puedan hacer, independientemente de lo que está sucediendo en el resto de Europa, demasiadas cosas.
-«El libro de las horas contadas» (Alfaguara) nació de un meteorito.
-Bueno, del cuento de «El meteorito» surgieron los demás. Este cuento lo incluí en una colección, que tengo inédita por supuesto, pero no quería encajar allí; y entonces dándole vueltas me di cuenta de que realmente había en él muchas posibilidades para convertirse en otra cosa. De hecho, fue el que inició toda la serie.
-¿Por qué no encajó «El meteorito»?
-Tal vez porque llevaba germen de muchas otras cosas; tal vez porque tenía tres personajes, verano, urbanización... O sea, que daba para mucho juego. Y yo creo que le pude sacar ese juego que prometía.
-El personaje central de su obra es Pedro, un hombre casi desahuciado que le da por crear.
-Teóricamente es Pedro el que escribe los cuentos, porque hay algunos que sin embargo surgen de otros personajes. Él es un poco el centro; es el hombre que tiene las horas contadas.
-¿La ansiedad, la enfermedad lleva a la pulsión por escribir?
-Yo pienso que es una posibilidad de paliar el dolor y el miedo. O sea, con la escritura materializas el tiempo y puede dar sentido a una situación así. Yo no me he visto en esa situación, pero a lo mejor si me veo escribo un libro o no...
-Y el abismo, ¿puede llevar a la creación?
-¿Por qué no? Eso me sucedió con mi primera obra, «Novela de Andrés Choz», la historia de un hombre condenado a muerte por una enfermedad y que escribe una novela. Me he dado cuenta luego. Este tema ya lo había tratado yo. Tal vez en el fondo, pienso: ¡Bueno, pues no estaría mal poder hacer eso!
-¿Cuál es la característica esencial de un buen relato?
-Ha de tener acción. Si no hay movimiento no puede haber ni novela ni relato. Es decir, en la narrativa el movimiento es fundamental, y con eso cierto modo de acción, cierta forma; desde luego la inmovilidad no puede construir una historia, ni puede construir una prosa poética, ni una estampa, pero lo que llamamos narración novelesca o narración cuentística tiene que tener consigo ese movimiento, esa acción.
-¿Para el lector, la novela es una tabla de salvación?
-Yo creo que la novela ha ayudado a muchas generaciones. Desde luego, la ficción antes de la palabra escrita nos ha enseñado a entender el mundo, y nos ha contado cómo era el mundo, aunque fuese desde una perspectiva fantástica. La novela nos ha enseñado casi todo sino todo lo que sabemos sobre nosotros mismos. La novela es la historia del corazón humano, y en ese sentido puede ser una tabla de salvación; nos ayuda a descubrir cómo somos, cómo nos comportamos, y tal vez a consolarnos con ella.
-¿Qué sería de nosotros, los pobrecitos habladores, sin la literatura?
-Pues nada. La ficción que dio origen a la literatura va con nosotros, es lo nuestro. Una vez escribí un artículo en el que sostenía que el ser humano, en vez de llamarse «homo sapiens», tenía que llamarse «homo narrans». Lo que nos gusta es contar, estamos todo el día contándolo todo. Vivimos en un mundo de narración continua, la Prensa, los medios, internet... En la literatura estamos contando las cosas, es nuestra manera de estar en el mundo.
-Del bloc de anillas al blog anillado en internet.
-Es la narración perpetua.
-La ficción concede, por lo tanto, un sentido a nuestra existencia, a nuestro devenir.
-Yo creo que sí: la ficción nos permite eso tan caótico y extraño que es la realidad. La realidad se produce de una manera natural, espontánea; la realidad no necesita ser verosímil, pero la literatura sí, la literatura tiene que hacer versímil la realidad, incluso fantástica. Tenemos que creérnoslo.
-¿Y dónde quedaría la felicidad? ¿La literatura tiene que ser feliz o debe abrigarse de dolor, el reino de la oscuridad...?
-Yo creo que la Literatura nos tiene que enseñar el mundo. Y nos tiene que enseñar el júbilo y la tristeza del mundo. O sea, una Literatura que solo fuese tenebrosa, de pura diversión pues tal vez no tendría sentido. En la Literatura está todo, cabe todo. Y el papel de la Literatura es entretenernos, mientras la leemos, aunque nos esté contando una tremeda tragedia o una historia muy terrible sobre la Humanidad o sobre una familia, sobre una persona. Es sorprendente. Nos entretenemos y al mismo tiempo nos están contando una historia tremeda.
-Por ejemplo, el Quijote.
-Nos está contando la historia de un soñador que pierde todas las batallas y que es un desastre; nos lo pasamos estupendamente leyendo la historia de ese hombre, pero es un hombre al mismo tiempo que refleja lo que somos: soñadores que queremos luchar por nuestros sueños; en fin, la literatura es algo importante para nosotros.
-Uno de sus relatos de su espléndido volumen glosa a una especie de arácnidos gigantescos que invaden pacíficamente la Tierra y que buscan entrevistarse con un presidente de Gobierno que habla de «talante». Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, ¿no?
-A mí me gusta también relativizar las cosas. ¿Somos el centro del universo? Mire usted, el universo es enorme, ancho, y ajeno, pues ahora, con todas estas vicisitudes que estamos viviendo -en el mundo- económicas, sociales, etc... decimos que todo es muy relativo, que nada está hecho así para siempre. La realidad es cambiante y azarosa, y yo creo que la Literatura tiene que transmitir también esa situación quebradiza de la realidad.
-En ese relato se habla también de una supuesta «Alianza de Civilizaciones».
-Ahí hago una broma en esa reunión muy importante, oficial, con los extraterrestres que aparecen.
-Buenas tardes y buena suerte. Cualquier parecido con la vigente realidad...
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