domingo, 25 de marzo de 2012

Lo pagó (y no me alegro)


Me fastidia decir "tenía razón", pero tenía razón. A lo mejor Arenas está pensando esta noche cuántos votos indecisos, de los que se han quedado en casa (la mayoría del censo) perdió la noche en que decidió no comparecer en el debate electoral con Griñán.

"Lo pagará en las urnas", escribí entonces. Y lo ha pagado.
Las chulerías y las tonterías se pagan siempre.
Lo malo para él es que ya no está en edad ni disposición de aprender de los errores. Hoy, 25 de marzo de 2012, ha recortado distancias por última vez.

martes, 20 de marzo de 2012

Entre que me traslado allende las fronteras andaluzas y lo que puede apreciarse en la fotografía, he solicitado mi baja definitiva en la Asociación Colegial de Escritores-Andalucía.
No me importa que los directivos y responsables de la Asociación se reúnan con políticos de todos los colores. Es más, estoy convencido de que es bueno que lo hagan, a ser posible con frecuencia, por si alguna vez los mandamases hicieran caso a los problemas del gremio.
Pero en plena campaña electoral, no.
Mucho que le importarán a Griñán los asuntos de ACE-A.
Lo que el caballero quería era la foto, y se la han dado porque sí.
Por otra parte, aclarar que no todos los escritores andaluces son del PSOE puede resultar asombroso... pero es verdad: no todos los escritores andaluces son del PSOE. Ni de IU. Algunos, ni siquiera se consideran de izquierdas. Gente rara, desde luego. Pero la hay. Y puede que la foto les haya tocado un poco la moral.
En fin. Que a ver si tramitan rápido lo de darme de baja, sobre todo en la web de la asociación. Y todos tan amigos.

sábado, 17 de marzo de 2012

Marzo marcea

Ayer fue un día... Mira tú, iba a escribir "Ayer fue un día de locos", o "muy movido", o "vertiginoso"... pero queda mejor así. Ayer fue un día. Siempre fue ayer y el tiempo siempre ha pasado.
De madrugón, a Granada, para verme con una productora que está filmado un reportaje sobre Juan Latino para Canal Sur (La Nuestra, dicen).

A las once de la mañana estábamos en Plaza Nueva. Grabamos en el palacio de los Córdoba, en Santa Ana, en la Chancillería y en la Curia arzobispal. Me tocó hacer de actor más que de otra cosa. Recordé a Tito Junco, una vez más; el verdadero actor de Juan Latino. Mi amigo de La Habana. Hace ya ocho años que falleció. O nueve. No sé. El tiempo siempre ha pasado.
Comimos con Julio, mi pequeño. En un par de meses mi pequeño cumple 23 años. Ha crecido, sí. Es un hombre y ahora tengo que acostumbrarme a amar a un hombre, no a un niño; y estar deseando besar a un hombre, tenerlo entre mis brazos como cuando era pequeño aunque ya no es pequeño, es tan grande como yo y mucho más fuerte que yo. Debe de ser el tiempo, que pasa.
De regreso nada más acabar la comida. A las siete nos esperaban en Carmona, para una lectura "encuentro con autor" en la biblioteca pública. Me explayé lo que pude hablando de Los fantasmas del Retiro y al final, como casi siempre, acabé contando chascarrillos y andanzas de mi abuelo Paco. No estuvo mal. Vinieron nuestros amigos y acabamos a las once comiendo pasteles, deshechos de cansancio y un poco felices. Conversé largo y tendido con Félix sobre el sinsalida de los movimientos antisistema: no aceptan el que hay, pero no tiene modelo alternativo verosímil, ni realista. Toca fastidiarse, a todos.
Eso fue ayer. Hoy ya ha pasado (también, como ayer), pero hoy no fue ayer, y de hoy, como no fue ayer, no hay nada que contar. Nada que merezca la pena.

(¡Maldición! Se me ha vuelto a olvidar adherirme al Manifiesto de Antequera. Hoy ya no va a poder ser. Quizás mañana. O no. Total...).

martes, 13 de marzo de 2012

Hellenikon

El destino de los hombres es el capricho de los dioses, probablemente. Y por encima de la voluntad de los dioses sólo se encuentra la Historia, que es, a su vez, voluntad de ser (humana voluntad, tan apasionada y dramáticamente humana).

En esta contradicción se desenvuelven los personajes de la novela de Luis Villalón Camacho. Se saben, al mismo tiempo, forjadores de su suerte y la de sus semejantes por una parte, y, por otra, tenaces sombras que transitan bajo la tempestuosa realidad, una época decisiva para el mundo heleno, subrayada por episodios memorables que siempre han brillado más que las armas: Salamina, Maratón, las Termópilas, Platea...

En una narración de esta índole siempre hay un héroe. Se llama Arimnesto y vive en un olivo, árbol sagrado. Dormir entre el ramaje de árbol tan arisco no debe de ser cómodo, y dejarse recorrer por el tiempo sin más pretensión que estar allí, bajo el olivo o sobre él, sin apartarse de la sombra que ese árbol nunca va darle (porque los olivos no dan sombra), ni siquiera cuando pasa por encima el numerosísimo ejército persa, seguro que también es arriesgado, además de incómodo. Pero lo hace, Arimnesto; es el héroe que planta sus pies en la tierra y su corazón en la incertidumbre, se sospecha mota de polvo en el vendaval del destino y acepta semejante fatalidad con espartana resignación. Porque Arimnesto es espartano. También ateniense y plateense. Como todos los helenos de su tiempo, puede ser muchas cosas o no ser nada; en el fondo da igual porque la Historia, aunque no esté escrita, se escribirá conforme al dictado de fuerzas muy ajenas y muy superiores. O quizás no. Tal vez por eso nuestro héroe (espartano), deja su olivo y combate a los persas, pasa muchos años en compañía de Cavílides y su hijo Evandro, decide formar su propia familia, regresa a Esparta, organiza la gloriosa derrota frente a los mesenios en Esteníclaros... Hay que aceptarlo: no se puede vivir sin voluntad de ser. No hay Historia sin presunción de destino.

Hellenikon...


domingo, 11 de marzo de 2012

Málaga con sin amigos

Ayer, en el aeropuerto de Barcelona, vi la aparatosa publicidad de una compañía de móviles: “Prefiero Málaga con amigos a Nueva York solo”.

Sobran los complementos circunstanciales. Prefiero Málaga a Nueva York, con amigos o en solitario, y el asunto se arregla por sí mismo.

¿Qué pasa con Nueva York? Hay mucha gente y todo está muy caro, como en cualquier gran ciudad. Los mitos globalizados de nuestro tiempo son bastante absurdos además de pueriles. ¿Cuántos malagueños van a Nueva York de turismo? Y a la viceversa, ¿cuántos neoyorquinos se dejan caer cada año por Málaga y la Costa del Sol? Pues ahí lo tienes, Orteguita.

Sin insistir en que el estado natural del ser humano, desde el mismo alumbramiento al perecimiento, es la soledad. “Nacemos como morimos: solos”, decía el que lo decía. Mejor en Málaga, desde luego: el clima acompaña y la gente tiene otro empaque. Y queda más cerca.

De Nueva York, ni te cuento. Habré estado en Nueva York por lo menos una o ninguna veces, y nunca me ha convencido. Málaga es otra cosa, Orteguita. No jodas.

martes, 6 de marzo de 2012

Viva La Pepa


Los próximos 17 y 18 de marzo, coincidiendo con el bicentenario de la Constitución de 1812, se reunirá en Cádiz la Asamblea Estatal Ciudadana Constituyente. No me pregunten qué se pretende constituir porque no lo sé, pero la cosa pinta interesante. La iniciativa surge de los movimientos y colectivos más o menos articulados en torno al 15-M, indignados, primaveristas de Valencia, antisistemas de Barcelona y, en fin, esos ámbitos.

Uno de los más destacados teóricos de este movimiento asambleario es el profesor Juan Carlos Monedero, quien, en un artículo que camino lleva de hacerse célebre, señala: “Si estamos ante un cambio del contrato social en España y en Europa, hay que regresar a los lugares donde se reelaboran los contratos sociales. Esos espacios están en la sociedad civil, en la prensa crítica, en centros sociales, universidades, institutos, oficinas, fábricas y plazas”. O sea, hay que volver a empezar.

Las anteriores frases están extraídas, como indicaba, de una colaboración publicada en el diario Público bajo el título “Hoja de ruta para una izquierda náufraga”. Ya nos vamos acercando entonces a la cuestión: como la izquierda europea, especialmente la española, ha fracasado con estrépito en su proyecto social y político, ha defraudado a millones de electores y ha emprendido su retirada, camino de los consejos de administración de las más importantes empresas, montada en BMW, entonces la alternativa parece insoslayable: refundar las bases de nuestra sociedad.

Hombre, un poco de sentido común: refunden ustedes la izquierda, que es quien los ha dejado tirados. De la derecha no tendrán queja, supongo... Son los de siempre y hacen lo que se espera de ellos. Desmontar el liceo y construir un nuevo anfiteatro porque la soprano está muda, parece una exageración. Un disparate si pensamos que en esas asambleas constituyentes expondrán sus alternativas, con la locuacidad acostumbrada, los famosos mendas que salen siempre en TV, con la cara tapada y detrás de un contenedor en llamas. Esperemos que de la oratoria no evolucionen a la praxis revolucionaria. Más que nada porque el espectáculo de policías repartiendo mamporros y manifestantes arrojando piedras y rompiendo cajeros, de puro cotidiano se ha hecho aburrido. Muy aburrido.

Por otra parte, resulta conmovedor comprobar la capacidad mimética de los movimientos espontáneos (muy legítimos, muy en su derecho, casi siempre con muchísima razón de su parte, cada cosa es cada cosa); pero, a la postre, muy previsibles. "La juventud imita fórmulas de éxito", decía un conocido experto en publicidad. Así parece. De la revolución islandesa a la catarsis griega, de la primavera árabe a la intifada palestina. Lo copian rebién. Ahora llegan aires como de revolución francesa, aquella histórica convocatoria de los Estados Generales. Dentro de poco, imagino, tocará la toma del palacio de invierno. Y después, para el verano más o menos, otro mayo del 68.

Y la izquierda de toda la vida, pues eso: a lo suyo. En ENDESA y lugares semejantes. Su natural. Tampoco han cambiado tanto las cosas. Lo cierto es que no han cambiado nada. La única novedad consiste en que cada vez más gente se da cuenta de que nada cambia; y por el camino que vamos... Calcado está el panorama.

sábado, 3 de marzo de 2012

Ávido como un valenciano

Leí la comparación en “El cementerio de Praga”, de Humberto Eco. “Ávido como valenciano”. La verdad es que describe bastante bien ese espíritu apetente que caracteriza a los únicos (últimos) fenicios que quedan en el ancho mundo.

Ellos, mis amados fenicios, surcaban los mares para comerciar o hacer la guerra, pero el mismo mar era un ser vivo para ellos, el dios Océano, y a su voluntad entregaban la suerte de cada flota y cada nave. El destino no estaba escrito, ni siquiera estoy seguro de que tuviesen una idea aproximada sobre el significado de esa palabra. Lo que nosotros entendemos por destino, el futuro mejor o peor vislumbrado de los individuos y los pueblos, dependía para ellos de la voluntad caprichosa de dioses por completo humanizados, hechos a imagen y semejanza de quienes los forjaron en barro y bronce: Melkart, Dagón, Moloch... Dioses de bronce y barro convertidos en Supremos, los cuales representaban aquello que los nautas púnicos temían o ansiaban. Yo creo que el inconsciente de cualquier hombre contemporáneo continua habitado por esos Melkart, Moloch y compañía, pálpitos de un mundo extinguido para la historia aunque imperecedero en el espíritu humano: el caos, la codicia, la conquista y la seducción. El deseo. Cartago es la exquisita culminación del primer y más poderoso sentimiento que brota en el alma de los pueblos y en cada individuo: justamente, el deseo. Roma, la gran dama de la aterradora razón, es el orden que se impone tras aniquilarlo. Un poco la muerte.

Hace un par de noches, en una serie de TV, adaptación de la novela “Entre naranjos” de Vicente Blasco Ibáñez, volví a encontrar una poderosa ráfaga de esa vida que sonríe y muestra terribles dientes de oro. Clama el personaje (Germán Cobos), a la vista del ubérrimo naranjal y de las muchachas en azahar que faenan la fruta: 

“Rajar la piel con las uñas, o a mordiscos... y chupar la frescura de la pulpa”. Por Eshmún que a los fenicios del norte les queda el nombre. A los del sur, el alma. Tan ávida.

viernes, 2 de marzo de 2012

Con uñas y bragas

Hace unos días lo vi por Internet y lo tomé como una de esas chorradas que de vez en cuando aparecen en la red: "Combate la crisis vendiendo tus bragas". Pero no es una broma sino verdad verdadera. No crean que el enlace llegó tras arduo periplo internáutico en busca de rarezas y cochinadas. Nada de eso, ladies and gentlemen: aparecía en la publicidad de mi muro en facebook, ligeramente camuflado tras un anuncio de lencería fina. Cómo está el personal... ¿no?

Ya repuesto de la turbación, y comprobado que algunos congéneres son aficionados a esnifar prendas interiores (creí que eso sólo lo hacía Santiago Segura), uno no tiene más remedio que lanzar al ciberespacio la acuciante duda: Oigan, si cualquier petarda puede poner sus bragas sucias a la venta, ¿les vendrían bien los gayumbos de un cincuentero en paro? A ver, que como no estoy metido en ese mundo, no sé exactamente qué se considera "usado". ¿Quitar y poner? ¿Un par de días? ¿Una semana? Estaría a lo que me indicasen, desde luego, con la única excepción de que me obligaran a llevar puestos los mismos calzoncillos más de un mes. El material pasaría de considerarse usado a tóxico, y tampoco estoy para que me metan un delito (encima telemático) contra la salud pública.

Otrosi manifiesto más curiosidades personales, tras estos dos puntos que siguen: ¿Hay fetichismo de recortes de las uñas de los pies? Porque verán, yo les explico... Mis manos son pequeñas en relación con las demás dimensiones de mi corporeidad; nací para pianista y me quedé en el teclado del ordenador. Pero la naturaleza, tan sabia, compensó este desequilibrio regalándome unos pies de la talla 47 al día de hoy. (Digo "al día de hoy" porque continúan creciendo con la edad, malditos; de tobillos para abajo, ya me voy pareciendo a Bilbo Bolsón). Bueno, el caso es que cada vez que me corto las uñas de los pies, cosecho casi una docena de costras de mejillones, las cuales, francamente, podrían tener su buen precio en el mercado de los freakes y sacarme de apurillos un mes por otro. Entre eso, la reforma laboral, lo que me toque del reparto de CEDRO y lo que me debe la SGAE, yo creo que arreglaría mi presupuesto para 2012, sin contar los gastos en tabaco.

¡Y no miren con la ceja levantada ni se den golpes de pecho, sepulcros blanqueados! Si los ayuntamientos están pensando en cultivar marihuana, convertir sus terrenos en vertederos nucleares o poner a trabajar a los parados en régimen de esclavitud, uno, en su modestia, tendrá derecho a hacer lo que le parezca con sus uñas y sus Calvin Kline (calidad obliga, desde luego). Y esto de la crisis es como Dios: está en todas partes y ahoga aunque no aprieta.

Lo dicho entonces. Se garantiza absoluta confidencialidad.

Saludos.

jueves, 1 de marzo de 2012

Capitalismo chino

Hace unos días aparecía en prensa esta información (en la prensa económica con más detalle, en prensa generalista también, el caso es que salía): los comunistas chinos son los chinos más ricos de China, y China es el país del mundo donde hay más millonarios. Es decir, que si todos los hombres son mortales y Sócrates es hombre, los comunistas chinos son más listos que Sócrates. Al final han demostrado la certeza de aquel aserto “revisionista” de Deng Xiaoping, secretario general del Partido en remotos entonces: “No importa de qué color sea el gato, lo importante es que cace ratones”.


A ver quién discute a China y a los comunistas chinos que estaban en “la línea correcta”. Si son el país del mundo con más millonarios, debe de ser porque su sistema funciona. Han inventado, o mejor dicho, descubierto, algo que ya intuía Sócrates, aunque nunca tuvo ocasión de llevarlo a la práctica: para conseguir lo óptimo no es apropiado sumar lo mejor de cada elemento, sino lo peor. Menos más menos es más. Lo peor del capitalismo (el mercado a lo bestia) más lo peor del comunismo (una dictadura implacable), da como resultado ser la primera potencia económica mundial y, alegría, el paraíso de los millonarios. Sólo hay que ser chino y comunista (a ser posible con mando en plaza) para merecerlo. Ah, Sócrates amado: ya sabía yo que tu reino no era de este mundo.

Como dijo el señor MacNamara, director de Cocacola en Berlín (Uno, dos, tres; Billy Wilder, 1961): “Ve al oriente, muchacho. Ve al oriente...