viernes, 14 de diciembre de 2012

Pérez Reverte: El tango de la guardia vieja

ABC - Sevilla - 13/1272012

José Vicente Pascual González
News
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El amor, el sexo, la intriga o las traiciones son algunos de los ingredientes que conforman el nuevo libro de Arturo Pérez-Reverte, «El tango de la guardia vieja» (Alfaguara), una novela en donde este autor ha dado un giro en su carrera porque «a diferencia de otros libros míos anteriores, he situado la historia de amor en un primer plano, aunque eso no quita para que sea una novela de aventuras».

jueves, 13 de diciembre de 2012

LOS PÁJAROS AMARILLOS. Kevin Powers

Traducción: Jesús Gómez Gutiérrez
Editorial: Sexto Piso
Págs: 192
Precio: 18 €

Coment.- José Vicente Pascual González




Kevin Powers es un veterano de la guerra de Irak que ha escrito una novela ambientada en ese conflicto armado. Nada nuevo en el guión, de momento. La literatura bélica y las memorias de guerra que glosan tanto la vida militar como los eventos más destacados de la lucha son géneros a los que han recurrido numerosos autores, consagrados o principiantes (como es el caso de Powers), y que siempre goza de buena acogida por parte del público lector, sobre todo si esas narraciones están vinculadas a contiendas recientes o poseen la veracidad de quien ha vivido los hechos en primera línea, desde la trinchera.
En el caso de Los pájaros amarillos, se cumple a la perfección aquel viejo aserto literario según el cual no es decisivo lo que se cuente, sino cómo se cuenta.

martes, 11 de diciembre de 2012

Rowling, una historia sobre la moralidad y la mortalidad

José Vicente Pascual González - News



(EFE) – hace 18 horas

Carmen Sigüenza.

Madrid, 10 dic (EFE).- "Es otra novela sobre la moralidad y la mortalidad, como 'Harry Potter', pero contemporánea". Así explica la británica J.K. Rowling su debut en la literatura para adultos con "Una vacante imprevista", que se publica en español el día 19, precedida por la expectación, el éxito y las buenas críticas.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Tom Wolfe en castellano

José Vicente Pascual González - News
El Faro de Vigo
08/12/2012

La crítica estadounidense se ha enzarzado en una discusión sobre los valores literarios de la cuarta novela de Tom Wolfe, con un balance deprimente para el autor de Back to Blood. Desde esta aportación minúscula, el mosaico de Miami no raya a la altura de La hoguera de las vanidades, si bien cabe recordar que pocas ficciones del último cuarto de siglo pueden competir con la epopeya neoyorquina. Ahora bien, el resultado satisfará a los incondicionales del inventor del periodismo abstracto, que sigue afrontando la realidad como si nadie la hubiera contado antes. Desde esta orilla, la novela de Wolfe ha de contemplarse como una gigantesca promoción idiomática, el único aspecto de la marca España que no ha sido torpedeado por el hundimiento económico. Antes de la oportuna traducción, Back to blood no podrá ser disfrutada por los lectores sin conocimiento del inglés, pero también plantea serias dificultades a quienes no posean algo más que nociones de castellano.

García Márquez, 30 años del Nobel en Literatura de

José Vicente Pascual González News

La Página
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 08 DE DICIEMBRE DE 2012 11:21 | POR DPA



Un 10 de diciembre de 1982, el escritor Gabriel García Márquez recibió el Nobel de Literatura de manos del rey de Suecia en Estocolmo y llenó de brillo la memoria de su natal Colombia, país que hoy después de 30 años sigue celebrando las letras que llevaron a ese "mago" a conseguir tan importante reconocimiento.

El jueves 21 de octubre de ese mismo año, un mes y medio antes de ver el sueño hecho realidad, el "júbilo inmortal" proclamado en el himno de Colombia tomó más significado que nunca, pues desde las seis de la mañana las emisoras del país registraban la noticia de que "Gabo" había ganado el Premio Nobel.



Los 18 jurados vitalicios de la Academia habían coincidido en que la obra del colombiano era la ganadora. El país se estremeció. La buena nueva dejaba atrás el conflicto interno, el florecimiento de movimientos de izquierda y el creciente negocio del narcotráfico, y se centraba en el regocijo que producía tener un Nobel.

Mo Yan, Nobel de Literatura


«La literatura puede preocuparse por la política pero estar por encima de ella»
EFE 07 de diciembre de 2012 20:57



José Vicente Pascual González - news


El escritor chino Mo Yan, laureado este año con el Premio Nobel de Literatura, se definió hoy como un «cuentacuentos» que en el futuro seguirá contándolos y aseguró que la literatura puede «preocuparse por la política pero estar por encima de ella».

El escritor pronunció hoy la tradicional lectura de los nobel de literatura en la Academia Sueca, titulada Cuentacuentos, durante la que convirtió a su madre en hilo conductor de sus recuerdos y habló de la inspiración que encontró en Gabriel García Márquez y Willian Faulkner.

Lecturas de invierno

Al buen tiempo le van las aglomeraciones, el bullicio y la alegría como inconsciente de días tan largos que dan para dos siestas. El prestigio de la navidad como época de compras tiene más de ficción urbana que de experiencia verosímil. La gente en navidad no compra: gasta. Y es precisamente en esas fechas cuando conviene huir de las grandes superficies  los megacentros de ocio, las librerías como inmensos almacenes de libros rabiosamente nuevos que serán viejos en cuanto los Reyes Magos y Papá Noel regresen a los armarios, el serrín y el alcanfor donde amodorran su existencia discontinua de trabajadores a tiempo parcial.  El invierno no tiene sentido en la multitud sino en el silencio y, a ser posible, la sensatez hogareña que gracias a la ciencia arquitectónica se instaura y nos consuela tras de una puerta bien cerrada.


Las lecturas del invierno son como las sopas de ajo, el calor del brasero y la música de Mozart, algo que apetece sólo de pensar en ello aunque se necesitan muchos años y muy humilde aprendizaje para disfrutarlo de verdad. Y de esas lecturas que son para casa y son para leer (y no hay que pedir disculpas por la redundancia), se me antoja señalar algunas, las que más calidez me prometen y mejores tardes dibujan en el paisaje (ciertamente invernal), de las próximas semanas.

Son así:



Los pájaros amarillos de Kevin Powers



El lado oculto de la noche, de Norberto Luis Romero


Formas aladas, de José Antonio Iglesias

Cuando las termine, daré cuenta de ellas, estos libros, estas tardes de invierno en avarienta reclusión domiciliaria que, seguro, van a regalarme.

lunes, 26 de noviembre de 2012

León en invierno

La cosa no deja de tener su aquel. Si estamos en invierno y viajo a León para pasar unas breves vacaciones en la ciudad más fría del imperio, y con intención de ilustrar esta despedida realizo una búsqueda en las imágenes de google con los términos "León en invierno", aparecen docenas de fotografías de una película. No de una película cualquiera, claro está, sino de "El león en invierno", obra maestra de Anthony Harvey, interpretada nada más que por Peter O'Toole, Katharine Hepburn y Anthony Hopkins entre otros actores.

Pues anécdota aparte, queda dicho. Nos vamos unos días a León, a descansar de los cielos taponados por sombras presurosas del Finisterrae, del viento atlántico que va y viene como besos de amante patoso a una tierra demasiado dulce para él, y de los chubascos que de tanto insistir algún día conseguirán ser lluvia de verdad. Nos vamos a los días transparentes, los cielos recién pulidos por el cristalero de la galaxia y los árboles del color de otoño, el amarillo en sigilo de las hojas tiritonas y el rojo sin griterío de la vegetación que duerme su letargo en espera de mejores tiempos para resplandecer. Nos vamos al frío. Al crudo invierno. Dentro de un par de semanas volveremos a las orillas del océano. Y volveré a este blog que camino lleva de convertirse en una especie de bitácora sobre las horas y las sendas en el reino medio clandestino del noroeste.

Hasta más ver.


sábado, 24 de noviembre de 2012

Se sortea un sueldo...

La Voz de Galicia, prestigioso periódico hacia el que he mantenido devoción durante muchos años, desde mucho antes de venir a vivir a estas tierras, ha tenido la ocurrencia de organizar un concurso entre los comparadores del tabloide; se trata de una de esas promociones a las que están obligados los periódicos “en formato papel” si quieren sobrevivir a la avalancha de información alternativa y sobre todo a la inmediatez de la prensa digital.

El concurso consiste en rifar un sueldo de 1.500 euros durante un año.

Yo no sé si los responsable de esta iniciativa se han parado a reflexionar sobre lo que entraña en última instancia. Aunque sea con meras intenciones publicitarias, están sorteando un derecho de la ciudadanía: el salario digno que corresponde a un trabajo al que todos los españoles, según nuestra Constitución, también tenemos derecho. No quiero ponerme puritano ni tiquismiquis, pero puestos a incentivar la lectura de su periódico e incrementar la venta del mismo, las cabezas preclaras de La Voz de Galicia podrían haber inventado algo menos sangrante. El tufo oportunista en un entorno asfixiado por el desempleo y el trabajo precario es casi, casi escandaloso. Hasta la fecha, que yo sepa, el salario era la venerable compensación por el sudor sagrado de los trabajadores (lo de “sagrado” va con primeras, segundas y terceras intenciones). Ahora, en versión La Voz de Galicia, es un bien improbable, circunstancial, que puede sortearse igual que una vajilla de 48 piezas o un televisor de plasma.

La próxima promoción, una pensión jubilatoria. O mismamente, un puesto de trabajo.

Si el disfrute legítimo de los derechos sociales reconocidos en nuestra legislación se convierten en objeto de concurso, una de dos: o vivimos en un país lleno de buitres o vivimos en un país-basura. Yo prefiero pensar lo primero.

martes, 20 de noviembre de 2012

Philip Roth, el desaliento

A los 79 años, cansado, sobrepasado por el sentimiento de frustración que cualquier novelista padecería si durante casi un lustro escribiese cinco páginas diarias y las cinco, inapelablemente, fueran a la papelera (como es el caso), Philip Toth ha decidido dejar de escribir, de hablar sobre sus novelas e incluso de hablar con la prensa y conceder entrevistas.

Lo de menos sobre Roth es que los medios de comunicación lo hayan situado en la conspicua categoría de “eterno candidato” al premio Nobel, o que sus novelas se hayan vendido por millones de ejemplares en todo el mundo, traducidas a multitud de idiomas, o que haya recibido galardones como el premio nacional de novela, el PEN Club, el Pulitzer, el príncipe de Asturias de la letras et cétera. Como diría el clásico: “Hacienda no le falta, pero eso es lo único que no interesa a la historia”. Los laureles y éxitos no hacen a un gran escritor, de la misma manera que los fracasos no lo destruyen (curiosamente al contrario que los autores mediocres, quienes necesitan el continuo estímulo de los galardones literarios, los títulos superventas, el oropel y el fandango para mantener su tensión creativa, y pongamos lo de “creativa” con todas las comillas que sean necesarias).

Lo importante de Philp Roth es su obra, y esta obviedad como verdad del barquero parece necesaria en unos tiempos que propenden mucho a confundir un éxito de mercadotecnia, o la habilidad para seducir el gusto rudimentario de lectores poco avezados, con el talento literario. Es justamente la obra de Roth y no otra cosa lo que debería interesarnos ahora, ese compendio universal de tramas y personajes a través de los cuales dibuja e interpreta la sociedad norteamericana de su tiempo (y bajo sus propias circunstancias) con una extraña lucidez cargada de humanidad, cálida y próxima al lector, respetuosa como si aplicase pudoroso esmero en no gritar más alto ni erigirse avasallante sobre el rumor del pensamiento de quien lo lee. Esa voz prodigiosamente exacta y acogedora, aparece siempre desde una distancia que algunos comentaristas y críticos han definido como “fría”, como si Roth nos sugiriese que bastantes contradicciones y situaciones de conflicto moral entraña la realidad en sí misma como para, de añadido, cargar al lector con su punto de vista y sus opiniones sobre el asunto de la novela. Esa voz que es como una mano firme enfundada en un guante de lana, le ha servido a Phlip Roth para surcar con maestría ejemplar argumentos tan endiabladamente belicosos como "La lección de anatomía" o "La mancha humana".

Y es esa voz precisamente la que parece haber perdido Roth (eso dice), la que no consigue invocar diáfana después de tantos años y tanta dedicación empeñados en el arte narrativo, ese oficio que en palabras de mi amigo el poeta José Antonio Iglesias consiste en “pasar a limpio lo vivido”. Ese es el motivo por el que Roth abandona. Se niega a reiterar artificialmente fórmulas de éxito, al manierismo siempre rentable y siempre algo patético en los autores veteranos. Se niega a repetirse. Con sus propias palabras lo afirma en la que, sostiene, es su última entrevista: “No creo que un nuevo libro vaya a cambiar nada de lo que ya he hecho, y si escribo un libro nuevo que probablemente será un fracaso, ¿quién tiene deseos de leer un libro mediocre?”.

Por supuesto, no han faltado espontáneas voces resabidas que atribuyen la retirada de Roth al “miedo a un nuevo fracaso”, pues evidente parece que en sus últimas obras iba decayendo la firmeza de su pulso narrativo, con notable atrincheramiento en estereotipos que nada aportan al lector y bastante merman la presunción de solvencia del escritor, más que demostrada hasta hace poco aunque ahora semioculta en la imitación de sí mismo.

Lo que cabe preguntarse inmediatamente es algo a lo que casi nadie da importancia. Dejando aparte la teoría oportunista del “miedo al fracaso”: ¿Por qué Philip Roth ha perdido el aliento, ha dado las últimas zancadas y ha dicho “hasta aquí hemos llegado?”.

Lo cierto es que he leído, durante los últimos días, algunas explicaciones bastante pintorescas, las cuales suelen coincidir en que Roth ha extraviado la fe en sí mismo por culpa del amaneramiento, por huir de la realidad concreta y cotidiana de su entorno, donde con tanta pericia se desenvolvía, para enclaustrarse en mundos ficticios, realidades imaginarias y alguna parábola inverosímil sobre la sociedad americana de hace una década (“La conjura contra América” [2004], en la que un presidente antisemita se empeña en ejercer de tal. (No lo había escrito hasta ahora porque parecía innecesario: Philp Roth es judío y en la mayoría de sus obras esta circunstancia opera como elemento central, y en otras como fuerza en segundo plano del argumento y desarrollo de la narración). Pero esta explicación nos describe el efecto de la incomodidad en que parece encontrarse el autor. Recurrir a la seguridad de lo impostado, lo artificioso que acaba siendo amanerado y molesto para quien conoce la auténtica voz narradora de Roth, no es la causa de su declive como escritor, sino la consecuencia del mismo. Del motivo verdadero seguimos sin saber nada.

Por otra parte, achacar a Philip Roth el haber perdido la potencia serena de su dictado “por culpa” de una inconfesada deserción de la realidad próxima, situando sus novelas en coordenadas de acción/tiempo inconcretas, no deja de ser un diagnóstico interesado y cargado de cierto reproche entre lo ético y lo canónico, como una especie de historia ejemplar: “Fíjense ustedes hasta qué extremos de claudicación puede llevar a un escritor sobresaliente el abandono de la línea correcta, es decir: el escrupuloso realismo”. Si este reproche viene además formulado por un escritor español, el asunto adquiere dimensiones aporísticas, de una arbitrariedad como agazapada y en atisbo del tropezón ajeno para alzar el dedo y clamar aquello de “ya lo decía yo”. Seamos coherentes en esto. Dejando aparte a cuatro novelistas que me parecen más que notables (los enumero: Vila-Matas, Justo Navarro, Javier García Sánchez y Antonio Soler), no conozco a ningún autor español que escriba para adultos, que tenga éxito y que no ambiente por lo general sus novelas en épocas muy pasadas, la guerra civil como referencia fundamental aunque no única, pues ahí están los superventas en “novela histórica”. O autores que no busquen impulsivamente el amparo de la literatura de género, sea la novela negra, el thriller psicológico, el costumbrismo, la fantasía neogótica o la pintorescamente mimosona "literatura de mujeres". Si descreer del realismo equivale a perder el oremus literario, entonces la novelística española de los últimos treinta años padece un desnortamiento clamoroso.

Habrá quien argumente que escribir sobre un pasado tan vivo como la guerra civil no significa renunciar al realismo, dado que el conflicto en sí, la sociedad nacida tras el mismo y las consecuencias de todo ello marcan de manera casi definitiva el latir de nuestro presente. Pero es que esa idea tan bondadosamente extendida entre nuestros autores de novela apareja dos previos actos de fe, los cuales no estoy muy dispuesto a realizar. El primero: que las condiciones y parámetros históricos descritos en dichas novelas sean en verdad “realistas” y no una reconstrucción buenista, sesgada e inverosímil de lo que fueron las circunstancias objetivas del fratricidio, con todas sus luces y sus sombras y la sangre salpicando por todas partes. A todos. El segundo acto de fe: que se está intentando hacer literatura y no predicando ideología, es decir, falsa conciencia, con intenciones meramente comerciales (o a saber qué otras, aunque ese asunto me importa lo mismo que la letra del himno de Pakistán).

Definitivamente, no creo que Philip Roth haya perdido el don de lo literario igual que aquel entrañable personaje de “Amanece que no es poco” había perdido los dones para la agricultura. Sí estoy convencido de que tras muchísimos años de arrojar piedras al mar, y de comprobar que el cambio de registro anunciado en “La conjura contra América” no iba a dar resultado, entre otros motivos porque ni esa es su manera de expresarse ni esos son los ámbitos naturales de su literatura, ha decidido echarse a un lado, agotado por el esfuerzo y quizás desanimado por la capacidad acelerativa y el imparable progreso de las miserias que emborronan el “espíritu de los tiempos” en los Estados Unidos, un avance de la estupidez y el fanatismo al estilo "tierra quemada" contra el que ha luchado durante toda su vida. Quien haya leído “La mancha humana” sabe perfectamente de lo que hablo.

Philip Roth no es un escritor de día de fiesta sino de diario, de los que concienzudamente han trabajado sobre la materia prima de una realidad inmediata cada vez más desoladora y con intención de incidir en dicha realidad e intentar transformar las conciencias para, al menos, frenar el apogeo de las dos fuerzas devastadoras que, en sólida alianza, arramblan hoy día con todo lo que se les ponga por delante: la complacencia en la simplicidad (la grosería, la brutalidad, la ignorancia satisfecha, la estabulación en masa de los esclavos felices del sistema), y la crueldad espiritual impuesta por los nuevos inquisidores y la policía del pensamiento. En una nación donde el cuento de los tres cerditos no puede contarse en multitud de escuelas porque los alumnos musulmanes podrían sentirse ofendidos, escribir novelas como “La mancha humana” y dar latigazos al viento es casi lo mismo.

Para terminar, algún artículo he leído en el que se reprocha a Philp Roth haber inventado en “La conjura contra América” un gobierno, unas leyes y una sociedad lacerantemente antisemitas cuando esas lacras de la discriminación y la injusticia eran padecidas realmente por la población de raza negra. El argumento resulta de una candidez casi encomiable. La literatura no vive en un mundo de judíos, negros y blancos. Sobrevive en los ámbitos de la cultura, los cuales, desde hace mucho tiempo y bajo la mirada benevolente de la nomenclatura intelectual, están siendo arrasados por esa especie de infumable credo universal que es la llamada “multiculturalidad”. Y el elemento más activo, más corrosivo y galopante de esa morralla “kultural” hunde sus raíces en el folclore urbano más inurbano de las aglomeraciones mestizas y negras. Cuando se detenga la violenta tosquedad de esas músicas, esas maneras, esos valores desquiciados en la épica del suburbio, la cultura del rap extremo y el spray para marcar paredes y territorios, la educación en “tolerancia” bajo mínimos que apenas alcanzan el nivel de retraso mental, la estética de los calzoncillos al aire, los pantalones a la altura de las ingles y la testa encapuchada, me desdeciré de lo anterior.

Ante todo eso, Philp Roth ha dicho “No cuenten más conmigo”. Esto último no es más que una conjetura, claro está. Pero puestos a urdir suposiciones, me parece más plausible que cualquiera de las antes señaladas.

Por cierto, he utilizado en este artículo las expresiones “raza negra”, “mestiza” y similares. Si a alguien le apeteciera reconocer en ellas expresiones racistas y xenófobas le diré de antemano que, por mi parte, muy honrado. Tan honrado como honrado y negro es el profesor protagonista de “La mancha humana”. Tan blanco por fuera, tan desgraciado por todas partes.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Absolución

Ayer iba escuchando la radio, mientras conducía y me las arreglaba con los semáforos. Suelo sintonizar siempre Radio Nacional, porque me gusta y porque la tengo memorizada y su botón es el que queda más mano según se cambia de marcha. Escuché una entrevista en El Ojo Crítico con Luis Landero. Acaba de sacar novela, como siempre en Tusquets. Se titula Absolución y según declaraba el autor la narración versa sobre la felicidad y el sentido de la vida. Landero, como acostumbra, me regaló la posibilidad de una sonrisa colmada de ternura. Una sonrisa solitaria, aislado en el interior del automóvil, en medio de la ciudad. Una sonrisa que no tuvo más remedio que aflorar y, desde luego, ser muy sincera.

Conocí a Landero en 1991, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Por aquel entonces yo era un escritor casi incipiente. Había publicado una novela (laureada y lo que se quiera, pero UNA). Él, también una, pero esa UNA era Los juegos de la edad tardía. Durante alguna de nuestras charlas me confidenció algo que hoy casi todo el mundo sabe: su intención era titular la novela como "El Gran Faroni"; pero los criterios editoriales se impusieron. Como siempre.

Ha pasado el tiempo, veintiún años. Sí, sí que ha pasado. En aquel entonces Landero era un morenazo de 45 primaveras, con voz de actor y todas las trazas de "llevárselas de calle". Yo era un poco más joven, andaba por los 35, y como nunca he envidiado a otros escritores sino que más bien he intentado aprender de ellos, de Landero envidiaba su presumible capacidad para, en efecto, "llevárselas de calle". Y nada más. Y nada menos.

Qué sensación como de nostalgia y afirmación en uno mismo, en lo que ha sido y ha querido ser, sentí ayer, escuchando a Landero. Si después de veintiún años sigue (seguimos, para qué nos vamos a engañar), en la misma interrogante, la felicidad y el sentido de la vida, eso quiere decir dos cosas: que el Gran Faroni tenía razón cuando se obsesionaba por "el afán"; y dos: que el asunto es como la Conjetura de Goldbach, apasionante, visible ante nuestras narices, insolente como un pijama de cuadros y sin solución posible.

Con esa idea detuve el coche, aparqué a la primera, apagué la radio y salí a caminar un rato. "La felicidad y el sentido de la vida ...", pensaba. Me acordé de un artículo de Fernando García Tola, leído hace también muchísimos años: "Cuando me pongo a pasear me da por pensar en el sentido de todo esto... y acabo tomándome un valium".

Pues vaya a la salud de Landero.

jueves, 15 de noviembre de 2012

La amistad de la nieve

Estaba la noche fresca, más bien tirando a fría. Hablo del frío de León, no de cualquier frío de esos que caen por ahí como anécdota entre horas, sin marchamo conocido ni futuro con posibles. El frío de León es como la carrera de ingeniería de minas: muy difícil de trasponer, para toda la vida y de incierto provecho dados los tiempos que corren. Y como en estos tiempos todo (casi todo) es bastante precario, lo mejor fue acogerse a lo seguro, la amistad de quienes me arroparon en la presentación de La hermandad de la nieve, los que compartían mesa y los presentes en el público.

Estaba fresca la noche y encima nos dedicamos a hablar de nieve, la de León, la de Granada, la lejana y soberana que sirve de paisaje y la que nos viste de diario. La nieve de los caminos y la que está siempre en la memoria y ya nunca es excepción sino, como dijo no sé quién, una forma de estar en el mundo. Si el patriarca Álvaro de Bayos sabía "de nieve más que nadie", los congregados en la librería Artemis, el martes pasado, lo sabíamos casi todo sobre los nombres de la nieve (todo lo que hay que saber, se entiende).

Porque la nieve es como la amistad: si le quitas el silencio se queda en medio nada. Y si intentamos arrebatarle su misterio, el fracaso está cantado. Hay cosas que, de puro evidentes, no pueden ser explicadas.

Del blog de Bruno Alcaraz

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El cementerio sin muertos

El pasado lunes, paseando por Santiago con Xosé Antonio López Silva y su mujer, Ana, descubrimos que no hay en el mundo un lugar más desolado, fantasmal, que un cementerio sin difuntos.

Xosé Antonio es un gallego que transpira la vieja sabiduría de esta civilización al puro noroeste, entre brumas como como canciones antiguas
y cielos del color de las narraciones fantásticas; y al mismo tiempo es un hombre de nuestra época, involucrado en la cultura como voluntad universal de razón y belleza, dos cosas que son en el fondo la misma cosa.
Citarnos con él y con Ana se convirtió en una pequeña, apasionante aventura, tanto por la ilusión de la ida como por las peripecias del regreso, perdidos Sonia y yo en caminos inverosímiles, en la noche de brujas y en medio de bosques donde lo natural habría sido que nos saliera al paso el bandido Fendetestas con su secular grito de guerra: "¡Alto ahí, me caso en Soria!". Finalmente, el navegador dio con la ruta adecuada. Le costó pero lo consiguió. Aquí la vida no es fácil.

En Santiago, paseando y charlando de las últimas publicaciones de Xosé Antonio ("De santos y milagros", inédito de Cunqueiro, y la traducción de "El libro de cocina" de Alice B. Toklas, y de alguna cosa mía que también acaba de aparecer en forma de libro... En fin, entre un tema y otro acabamos en el parque de San Domingos de Bonaval. Ana, que conoce la zona perfectamente porque hasta hace nada ha trabajado allí de bibliotecaria, nos enseñó los entornos y el famoso cementerio de restos trasladados. No había percibido la potestad dramática de un paisaje desde hace años, cuando visité en compañía de Antonio Enrique el poblado fantasma de lo que fueron instalaciones mineras en Alquife (Granada). La maquinaria,viviendas y almacenes abandonados tienen su misterio, pero los nichos y las tumbas dejados de la mano de Dios tienen un quién sabe de vacío sideral, como de lamento sin forma y llanto sin propósito, como plañir por la vida porque se echa de menos la muerte, que da sentido a todo.

Un cementerio vacío es el lugar más inútil del mundo. Y el más sobrecogedor. La representación de la muerte en puro concepto, representada pero no encarnada, como elemental recordatorio de nuestro sic transit, resulta de una lógica un poco cruel. Un cementerio sin difuntos es tan absurdo como la vida sin la perspectiva de la muerte, la que cohesiona y otorga razón a nuestro paso por este mundo. El cementerio que no es un cementerio de San Domingos de Bonaval es tan rotundo, en este aspecto, como el aserto clásico: Ex nihilo, nihil.



Por cierto, me contaba Xosé Antonio que el auténtico problema que se planteó con el traslado del cementerio no fue el escatológico/metafísico (eso son garambainas de escritores). Lo que fastidió a muchos es que sus familiares y allegados difuntos fueran a mezclarse democráticamente con a saber quién. Al parecer, hubo un curioso trasiego de huesos y cenizas en Santiago, en espera de que la administración resolviese el contencioso.

De todo lo cual deduzco que un cementerio vacío es un paisaje infinito y también una ocasión estupenda para la infinita capacidad humana de olvidar el presente y aferrarse al privilegio del pasado. El nombre y los apellidos pesan más que la eternidad, decían los legatarios de los huesos y restos embalados para la mudanza. ¿Será verdad?

Como diría Xosé Antonio, a la gallega: Será...

viernes, 2 de noviembre de 2012

La hermandad de la nieve

Volver a León siempre es grato. Encontrar a los amigos, a la familia, mejor aún. Si es por un motivo como este, mejor que mejor.


jueves, 1 de noviembre de 2012

Feliz Halloween

Ya nos hemos doctorado en Halloween. Lo que empezó siendo una fiesta friki y bastante estúpida, importada de un país donde la mayoría de sus habitantes no saben dónde está Bélgica, fue tomando poco a poco carta de naturaleza hasta convertirse en "tradición" española, faltaría más. Las representaciones de Don Juan Tenorio y llevar flores a nuestros difuntos eran costumbres demasiado ñoñas para conmemorar estas fechas sepulcrales. Mejor el rango madeinusa, el toque al estilo Hollywood, el disfraz de niña del exorcista y la juerga cervecera. Dónde va a parar. Halloween se enseña ya en todas las escuelas españolas, públicas y privadas. Los profesores, con encomiable espíritu didáctico, organizan vistosas fiestas de disfraces para los nenes. Tiempo tendrán los educandos para más meollo en el commentatio mortis. Por el momento, se les adiestra para que sean góticos desde pequeñines y todos contentos.

Nos faltaban los muertos de verdad, mas felizmente llegaron la pasada madrugada: tres chicas aplastadas por la multitud orgiástica en el fiestorro del Madrid Arena. Lo siento por ellas, de verdad, pero su destino estaba cantado: si diez mil memos se reúnen para hacer el memo en una fiesta mema organizada por unos memos... Pues eso: cantado.

Estoy deseando ver las imágenes del telediario, las amigas de las víctimas poniendo velitas en el lugar del "trágico suceso" y etcétera. Estoy deseando escuchar a los familiares de las fallecidas, cómo arremeten contra la organización del acto, la insuficiente y atolondrada seguridad del evento, y etcétera.

A ver quién explica a esos padre, esas madres, esa familia y allegados, los amigos con carita de pena... A ver quién es capaz de decirles la verdad: esas jóvenes han muerto porque era inevitable. La estupidez, mata.

martes, 30 de octubre de 2012

La reina de las dos lunas

Hay novelas de ambientación histórica para pasar el rato, entretenerse y, acaso, gozar la  ilusión de que se aprende con amenidad sobre épocas que nos atraen o directamente nos fascinan. (Lo de aprender es bastante relativo porque la novela, ante todo, es un género de ficción y no conviene que la historia determine la ficción, de por sí libérrima;  ni que la ficción desvirtúe lo histórico).

Hay novelas de ese estilo, decía. Y hay novelas para adentrarse en la literatura de primera línea, casi prescindibles los etiquetados ("histórica", "fantasía", "negra"). Qué difícil definir El siglo de las luces o Bomarzo como novelas históricas. Qué difícil encuadrar sin más la última novela de José Manuel García Marín en el género sin añadir de inmediato que La reina de las dos lunas es, por encima de cualquier otra consideración, una inmensa novela. Y no le hacen falta más calificativos.

Y además se puede disfrutar de la recreación histórica, aprender sin temor a que la imaginación del autor y su pericia narradora nos deslumbres con el espejismo de supuestos hechos históricos que nunca existieron. No es el caso. La documentación es rigurosa y se administra con maña experta, sin abrumar, sin concesiones al circunloquio o el excurso, sin alardes. La documentación sirve a la acción e intención literaria de la obra, transpira a lo largo de la narración, subraya los episodios más memorables... Todo en un discruso perfectamente estructurado y en el que intervienen con esmerada eficacia los universales de la literatura, aquellos que hicieron proclamar a Monterroso "Todo está dicho, nada está escrito": el viaje, la fatalidad, el aprendizaje, el amor, el desvelamiento, el destino... Todo está dicho, lo importante es saber contarlo. Y José Manuel, sabe.

domingo, 28 de octubre de 2012

La izquierda reaccionaria

Mi amigo Marín Domingo Carrillo, además de su exquisita educación tiene una virtud igualmente rara: su demoledora perspicacia para señalar "agujeros de banalidad", esos puntos de equilibrio inestable (en realidad imposible), en los discursos demagógicos. Puede que su profesión de jurista lo tenga precisamente  acostumbrado a detectar los vacíos de inconsistencia y abusos de retórica en la satisfecha presunción de superioridad moral que es manía de muchos y plaga de nuestra izquierda; una suficiencia equiparable a la pereza mental, aliñada de autocomplacencia y una absoluta carencia de sentido crítico respecto a sí mismos. Los tonos que marcan su propaganda cotidiana son absurdos como la ilusión monopolista de la certeza y la autoridad para sentenciar sobre lo bueno y lo malo, así como el sectarismo y la arbitrariedad en el dictamen sobre cualquier fenómeno (para ellos surgidos en el magma farragoso de una apariencia inmutable y que, por supuesto, no tienen ninguna intención de transformar). Así es la izquierda reaccionaria, tal como la caracterizó Horacio Vázquez Rial en su memorable ensayo. Porque la demagogia y la disociación cognitiva, el creer en lo que más nos conviene antes que en lo razonable, dividir a los demás en "conmigo o contra mí", y autoinvestirse con supremacía heráldica, cual galas valleinclanescas, son actitudes esencialmente reaccionarias.

Hoy, 28 de octubre de 2012, a treinta años de aquello, Domingo celebra la efeméride con esta entrada en su biografía de Facebook:

"150 personas a la calle (un tercio de la plantilla de la empresa), aplicando la denostada reforma laboral de Rajoy, es decir, los exiguos 20 días por año. Los que se quedan verán reducido su sueldo en un 15%. En esa empresa el presidente cobró el año pasado 13 millones de €. Los 54 directivos, una media de 209.000. La cúpula directiva ha puesto la sociedad en manos de un banco y de una aseguradora norteamericana. Política económica modelo tea party. ¿Para cuando un reportaje de Gonzo en El Intermedio, denunciando a estos tiburones neoliberales? ¿A qué esperan los blogueros de la revolución y las progrestrellas del twitter para inundar la red de insultos y proclamas? ¿Lo llevará el diario global de la izquierda en su portada y editorializará sobre la deriva ultraderechista de la economia y el empresariado español por culpa de las reformas de Rajoy? A todas estas preguntas podéis contestar con un rotundo NO. La izquierda española -esa cosa- está ahora centrada en lapidar al dueño de Zara por haber tenido la osadía de donar 20 millones de € a Caritas. Otro gallo le hubiera cantado de haber atracado un Mercadona y haber repartido dos pollos y una sopa de sobre en alguna casa ocupada. Pero 20 millones y a una organización católica es una provocación inaceptable. Así que no, no esperéis a la hipócrita y demagoga izquierda española en esta batalla porque la empresa que ha aplicado las recetas económicas de la "derecha extrema" no es otra que EL PAIS".

Por mi parte, nada que añadir.


jueves, 25 de octubre de 2012

Lo de Javier Marías

Que un escritor rechace un premio es bastante insólito. Pero que un escritor español deje pasar el Nacional de Literatura en su especialidad de narrativa, como ha hecho Javier Marías hace unas horas, resulta un fenómeno extraterrestre por lo increíble. Un autor de narrativa que no apetece laureles literarios, mucho menos oficiales, y que desdeña además los 20.000 euritos libres de impuestos del galardón, es rara avis en el gremio. Y tan raro.

Igual que estamos acostumbrados a los políticos granjeristas, nos hemos hecho a la idea del escritor ávido de chollos, prebendas, favores y distinciones. Parece que una cosa y la otra, ser escritor y apetecer canonjías, es parte del mismo oficio. Pues no. Al menos no para Javier Marías.

En un país como el nuestro, donde los niveles de lectura continúan siendo tan bajos (y más que lo van a ser, con la moda del e-reader que acabará siendo de uso común y arrinconando definitivamente al papel), conseguir salir adelante con las ventas de una novela, o de siete novelas, parece tarea imposible. Por esa razón, el escritor, de natural y por lógica, se abreva a la sinecura, el centenario, el milenario, los juegos florales, el bolo, el "ciclo de conferencias" que, digo yo, se lo deben saber de memoria porque siempre las imparten los mismos, sobre el mismo tema y en los mismos sitios. Nunca en los arrabales de la literatura hubo tantos escritores levantando la tapa de los contenedores, a ver qué hay, o qué han dejado los demás.

Otra. Qué afición le tienen cogida los políticos de este país (hoy hay que llamarlo así, estepaís), a la instrumentalización de la literatura, supeditándola y utilizándola con cierto descaro y bastante arbitrariedad en función de sus intereses puntuales. Parece como que se hubiera tramado una alianza estratégica, bastante natural, entre unos y otros: a fin de cuentas el oficio es el mismo: decir las cosas e intentar seducir las conciencias. El momento más descarado de esta confraternización entre gatopardos y goliardos se produjo en 2009, con ocasión del famoso y macabro "Kirmen de Uribe". Un jurado en el que ninguno de sus miembros habla y mucho lee en euskera da el premio nacional de narrativa a una primera novela de un poeta vasco que no ha sido traducida al español. Eso sí, todos los juramentados tenían el correspondiente manuscrito impreso y traducido por el diligente de turno. O sea, que concedieron (regalaron, seamos precisos) el premio a un montón de folios recién salidos de la impresora. Luego llegó la explicación, claro. El poeta en cuestión, proviniente de los ámbitos nacionalistas no-moderados y reciclado al constitucionalismo más o menos, era y es amigo de Patxi López. El galardón no premiaba la valía de la obra (¿para qué, si es todo política?), sino la buena intención y el buen rollo. Y que la amistad tira mucho, y que los amigos están para demostrarlo...

Aquel asunto tan, pero tan español en sus vertientes valleinclanescas y berlanguianas, me recordó en su día otra ocurrencia fabulosa, en otro contexto pero con muy semejante significado: cuando la universidad de Granada otorgó el Doctorado Honoris Causa al rey de Marruecos Muhammad VI (entonces flamante monarca) porque iba a hacer mucho por la democracia en su país. En un artículo de prensa yo solicité que me otorgasen el Premio Nobel de Literatura porque, en el futuro, iba a escribir unos novelones que ríete tú de García Márquez, Saramago y María Dueñas. Más fácil y concebible era que un servidor alcanzase esa maestría literaria que el pequeño rey democratizase Rabat y sus alrededores. El rector granadino me llamó delirante. Los delirios democráticos del joven Muhammad ya se ve dónde llegaron.

Bueno, que me disperso como siempre (mira que Faramio me lo tiene advertido: "Eres un pelma, colega". A lo que vamos.

Hoy, Marías ha dado ejemplo a muchos. Su maestro Benet estaría bien orgulloso. Y los escritores que creemos en la literatura y descreemos del frontón tuya-mía, estamos satisfechos. Los demás no, imagino. A los demás estas verdades no les escuecen porque aquí, en este mundejo, la verdad no hiere: simplemente es inoportuna. Y molesta. Como diría don Corrado Pirzzi: Es mala para el negocio.

martes, 23 de octubre de 2012

¿Solidaridad interterritorial?

Los territorios no tienen derechos. Los territorios tienen ríos, fuentes, prados pequeños y grandes, carreteras, montes, árboles, cultivos, flora y fauna. Y edificios y construcciones, puertos, canales y caminos.

Los que tienen derechos son los habitantes de los territorios. Los ciudadanos.

Como a Faramio  le entra a menudo la vena ecologista, le aclaro desde ya que esos mismos ciudadanos tienen derecho a disfrutar y vivir su cotidianeidad en un ambiente sin degradar, limpio de contaminación y que no sea pasto de la especulación urbanística. Y tienen derecho a convivir con una fauna libre y salvaje, y mayormente protegida.

Precisión hecha, vamos al meollo.

Viene todo esto a cuento de la supuesta desigualdad territorial en lo que concierne al reparto de los impuestos recaudados por el Estado, el célebre déficit fiscal que alzan furiosos como estandarte de guerra los nacionalistas de todas partes y algunos no-nacionalistas aunque muy concienciados con aquello de "las raíces" de la gente. (A ver, Faramio, no te pongas pesado: raíces tienen las plantas, los seres humanos tenemos pies para ir adonde nos dé la gana).

Quien diseñó un Estado como el español, basado en el prejuicio de territorialidad autonómica, no pensó (y si lo pensó seguro que se lo calló, el muy pintas), que compartimentar la soberanía nacional en segmentos autonómicos suponía y supone declarar gallardamente que no todos los ciudadanos son iguales, que unos tienen más derechos que otros en función de en qué comunidad autónoma residan y también de cuál sea su "adscripción identitaria". Quien se inventó el concepto medieval, caciquil y terrahabiente de "solidaridad interterritorial", no reparó seguramente en que son los ciudadanos y no los territorios quienes pagan impuestos, y que el Estado no tiene obligación ninguna de compensar a los territorios por nada. El Estado dispone del sus arcas (salva la buena fe), conforme a sus propios fines, que son el bien común; y no tiene que dar más explicaciones sobre si invierte más en girasoles que en cemento o en armas que en togas para los fiscales. Si no nos gusta cómo se administra el Estado, para eso están las elecciones.

El Estado no tiene que "repartir" pensando en los derechos de los territorios, sino en las necesidades generales y en el bien de la ciudadanía, vivan los contribuyente (o no contribuyentes), en Sestao o en Mazagón.

El concepto de "solidaridad interterritorial" en el fondo enmascara una concepción feudal de lo público y, de paso, nutre el supremo argumento nacionalista:. "El dinero de los albaceteños, para Albacete" . Que no, hombre. Que los albaceteños tienen todos los derechos del mundo pero Albacete es un montón de tierra, prados, ríos, fuentes, regatos grandes y pequeños, caminos y trochas. Y alguna que otra vereda, seguro.

(Me perdonen los de Albacete, no se me ocurría otro ejemplo más a mano).

domingo, 21 de octubre de 2012

Los mismos con las mismas

La última vez que presencié el fenómeno fue en Carmona, pero tú ya sabes, en pleno valle del Guadalquivir estas actitudes caciquiles, prepotentes, un poquito chulescas de los políticos locales surgen de natural y resultan incluso pintorescas. Lo da la tierra y lo da la historia. Lo que no imaginaba es que en tierras gallegas iba a suceder tres cuartas de lo mismo: en plena jornada electoral, a las puertas del centro cívico donde están instaladas las urnas, ocupando ufanamente varias mesas de la cafetería al aire libre en la soleada mañana de domingo... Ahí los tienes, los mandamases del PP y del PSOE, con sus cartelones del partido colgando del pecho, bien visibles, casi tan llamativos como ellos se muestran aspaventosos, cordiales con todo el que pasa, exageradamente sociables, simpáticos a más no poder y, al mismo tiempo, con cara de "aquí mando yo y ojo que te he visto... o no te he visto".

Me dirijo a uno de los policías municipales que hacen guardia en el recinto y le explico que esos caballeros y esas señoras, todos vestidos de domingo y todos con su cartelito prendido al pecho, están haciendo propaganda de sus siglas y emblema en jornada electoral. La respuesta del policía ha sido demoledora:

-Ah... Se equivoca usted, caballero... Ese señor no está haciendo propaganda... Ese señor es el alcalde.

Pues no he entrado con buen pie, vaya por Dios.

El alcalde me explica, muy pedagógico, que ni él ni sus compañeros de partido ni sus compañeros de corporación (o sea, los que no son de su partido pero también lucen iconografía política a modo de peto), son apoderados e interventores y tienen que estar identificados como tales. Respuesta, Faramio, no te la pierdas:

-Serán apoderados e interventores ahí dentro, en el centro cívico y en las salas donde la gente está votando. Aquí fuera, repantigados, tomando cerveza y saludando a la afición... ¿qué apoderados ni qué interventores ni qué gaitas? (Gaitas gallegas, por cierto).

Total, que ni tiempo a replicarme le he dado porque hace buen día, estoy de buen humor y lo que menos me apetece es discutir con un mandamucho de estos de pueblo.

-Ea... Hagan ustedes lo que quieran, que es lo que siempre han hecho y lo que van a seguir haciendo. A mí me da lo mismo, ya he votado y me voy a casa. Tengan buenos días.

Anda ya... Después de vivir cuarenta y siete años en Andalucía (cinco de ellos en el hábitat natural del jornalerismo sevillano, entre Paradas y Écija), me van a venir a explicar estos aficionados lo que es el caciquismo. Que sí, hombre... Que tengan muy buenos días.

lunes, 15 de octubre de 2012

Caída libre

Sube a la estratosfera en un avión superferónico de esos, se lanza en caída libre protegido con un equipamiento espectacular, recorre 39.068 metros en un vertiginoso descenso durante el cual ha roto la barrera del sonido, cayendo a velocidades que superaban los 1.130 Km./h. Tras diez minutos de vuelo, abre el paracaídas y se posa tranquilamente sobre el mismo planeta del que había salido, el que comúnmente llamamos Tierra. Y hala, en casita de nuevo.

Me sucedió algo parecido, en 1976. Con motivo del bicentenario de la Constitución de los Estados Unidos de América tomé un tren en Granada con destino a Barcelona. Tras dieciséis horas de viaje, ya en la ciudad antes llamada Condal, subí a un autobús que me trasladó a París, y de allí, al día siguiente, a Luxemburgo (de excursión, no creas).

Después de un viaje tan largo y cansado, somnoliento y con pelín de resaca asfáltica, puse las plantas de los pies en el Gran Ducado y... ¿qué dirás que fue lo primero que me encontré? Pues a mí mismo en Luxemburgo.

Tanto esfuerzo para volver a casa...

Como dice Faramio cada vez que termina de leer la Odisea: "¿Y a éste zascandil, quién le mandó ir a Troya?".

sábado, 13 de octubre de 2012

Si una tarde de octubre un niño...

Al niño que nunca ha dejado de existir hay que escucharle siempre y dejar que se desenvuelva de vez en cuando. Hay que dejarlo montar en bicicleta, zascandilear por la playa, mojarse las zapatillas en el océano un poco rabioso, huir de las olas, jugar con la arena...

Si no lo escuchas y no le das algún capricho de vez en cuando, el niño se olvida de ti. Y entonces estás perdido, amigo. Lo dice Faramio y lo digo yo. Lo dice la maravillosa Ana María Matute: Los niños que ya no están y que no han muerto, ¿dónde viven?

Esta tarde de octubre, luminosa, templada, uno de ellos estaba localizable. Y cumpliendo con su única obligación: existir.




miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Tan difícil es?

Tenía un pequeño problema con un envío de libros por correo, debido a mi reciente cambio de domicilio. Ayer acudí a la oficina y lo resolví en un santiamén. El jefe de los carteros me dijo, orgulloso y muy satisfecho: "Para que luego digan que Correos funciona mal". "Nada de eso", contesté. "Al revés, si el grado de civilización de un país se mide por la puntualidad de sus trenes y la exactitud de su servicio de correos, España, al menos en este último aspecto, debe de servir como ejemplo a muchos". Y el hombre se quedó más orgulloso y más satisfecho todavía.


¿Tan difícil es que las cartas lleguen a tiempo? No lo es. Todos los días, miles de funcionarios postales se empeñan en demostrarlo.

Y si nuestro servicio de correos funciona por lo general impecablemente, ¿tan difícil es anhelar que todo marche más o menos por parecido camino, similar criterio y semejante sentido cívico sobre la importancia real de cuanto hacemos, nos interesa o nos disgusta?

Si el sentido común se llama así, común, porque todos lo tenemos (al menos no conozco a nadie que reconozca carecer de él); ¿tan difícil es que apliquemos a nuestros problemas eso mismo, sentido común?

Yo creo que no. Y eso es a lo mejor lo difícil de verdad, no tanto creer en el sentido común del resto de nuestros conciudadanos como, a secas, creer en ellos.

domingo, 7 de octubre de 2012

Porno para mamás

La ley de igualdad, la ley de paridad, la reforma del Código Penal sobre violencia "de género", el mismísimo Ministerio de Igualdad, la inefable Aído, la pizpireta Pajín, las listas electorales paritarias, la criminalización de cualquier actitud machista o "sexista", la obsesión por los derechos de las mujeres, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora... ya tanto y tanto más.

Y las 50 sombras de Grey

Yo no lo entiendo. A lo mejor es que he nacido veinte años después y estas cosas ya no se aprendían en los Hermanos Maristas. O a lo mejor es que occidente es la reserva natural de imbécil@s más importante del planeta.

Pero no lo entiendo.


lunes, 1 de octubre de 2012

La hermandad de la nieve

Se pueden y se suelen decir muchas cosas cuando se publica una nueva novela. La verdad es que yo me quedo sin palabras, cierro los ojos y pienso en las personas a las que quiero. O, por ser más precisos: las que me quieren. Porque para ellos es mucho más importante que para mí.

Yo he elegido la literatura, y es mi vida.

Ellos, su afecto, me han elegido a mí.

Nunca tendría tanto como para responder a tanta generosidad.

Al final, una novela es un acto de amor o no es nada.

domingo, 30 de septiembre de 2012

El buen mal ejemplo

Nadie es absolutamente inútil. En el peor de los casos, siempre se puede servir de mal ejemplo. Conste que los malos ejemplos son más instructivos y muchísimo más aleccionadores que los buenos. El buen ejemplo suele resultar ñoño. El mal ejemplo, apasionante.

De las personas, las generaciones, las situaciones particulares y las épocas históricas siempre tomamos ejemplo. Sin experiencia ajena de la que aprender, qué difícil y qué largo sería el recorrido, con nosotros de exclusiva compañía.

De nuestros abuelos aprendimos el mal ejemplo de la convivencia mal llevada y peor rematada. Una entera generación se autoinmoló en una guerra civil (iba a escribir “terrible guerra civil”, pero redundancias las justas), que fue resultado de esa especie de incapacidad genética que tenemos los españoles para superar nuestras crisis colectivas si no es a base de echar la culpa al de enfrente, avivar odios y desafecciones, criminalizar al vecino y echarnos al monte en busca de culpables.

De nuestros padres, con mayor o menor aprovechamiento (en mi caso no hay diploma ni falta que me hace), aprendimos el buen ejemplo del trabajo, la honestidad, la abnegación, el sacrificio. Fueron una generación gris y tozuda que se deslomó por levantar una nación, España concretamente (lo siento, se llama España y es una nación), desde las cenizas de la guerra, la pobreza, la miseria material y moral de unos tiempos (ahora sí) terribles, para llevar al conjunto de nuestra sociedad a unos niveles de bienestar sorprendentes. Cuando oigo y leo sobre el “estado del bienestar” como si fuese un invento de hace diez o doce años, me entra cierto malestar histórico, lo confieso. Nuestros padres convirtieron la España del arado, el analfabetismo y las beatas en misa en un país moderno, industrializado, con unos niveles de protección social únicos en Europa y capaz de plantearse con seriedad su futuro. Tanto, que esa misma generación, muchos años después, fue capaz de decir: “Hasta aquí hemos llegado”. Se acabaron los buenos y los malos, el resentimiento, el “conmigo o contra mí”. La política de “reconciliación nacional”, reiterada durante muchísimo tiempo por el PCE, culminó en aquella célebre etapa de la Transición. Por primera vez en su historia, España se comportaba como un país con cerebro.

Creo que fue el último buen ejemplo. Ha servido durante treinta años, más o menos. Hoy, la tristeza regresa. Siempre vuelve. Volvieron el encono, el odio, la repugnante manía de deslegitimar y descalificar moralmente a quien piense distinto, con aquel presidente del gobierno (nefasto donde los haya habido), empeñado en (sic) “tensar” las diferencias ideológicas entre los españoles, convencido de que para mantenerse en el poder era preciso gobernar contra la mitad de la población y muy necesario resucitar a las dos españas que nuestros padres felizmente enterraron; y de paso radicalizar y convencer a la gente que quiere vivir y trabajar en paz de que las posiciones tibias son inadmisibles. Volvió el “conmigo o contra mí”, “o eres de izquierdas y feminista de la @, o eres un fascista y un machista digno de ser denunciado en comisaría”. Los ocho años de gobierno de aquel insensato han dejado como peor herencia esta crisis política, institucional, de convivencia. La situación económica se remontará como se pueda, si es que se puede. Pero a ver quién devuelve la amabilidad a la sociedad civil, la confianza de los ciudadanos en su propia capacidad de enfrentar situaciones complicadas sin obsesionarse con la obligación de insultar a la policía y denigrar al vecino por facha. Y para qué hablar de la confianza en las instituciones. Y en la democracia. Era lo peor que podía pasarnos y, claro: ha sucedido. Esto es España, no lo olvidemos. Somos el país de la ley de Murphy por antonomasia.

Tantos y tan vistosos malos ejemplos hay en nuestra historia... Los indignados, cabreados y soliviantados tienen dónde elegir. A falta de proyecto y liderazgo, buenas son las piedras. La culpa es de los demás, como siempre, por no dar buen ejemplo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Aquel 1715 que tanto dio que hablar

Mientras la gente de “Ocupa el Congreso” se manifestaba ayer en Neptuno, Esquerra Republicana de Catalunya, en la Comisión Constitucional (tiene su lado grotesco y su lado siniestro la cosa), defendía una iniciativa de ley para que la Cámara 'restituyera' los llamados 'derechos históricos' de Cataluña y su 'soberanía nacional', derogara los decretos de Nueva Planta (de 1715) y se creara una comisión Gobierno-Generalitat para negociar las reparaciones pertinentes. La iniciativa, basada en los mitos clásicos y la (des)interpretación de la historia propia del nacionalismo catalán, fue defendida por su portavoz, Alfred Bosch.

En eso se entretienen. Lo digo para que mis amigos de la indignación sepan en qué emplean su tiempo sus señorías republicanas (de la porgresísima Catalunya), mientras a ellos les parten la cara en la calle por los derechos constitucionales de los ciudadanos que viven en 2012.

martes, 25 de septiembre de 2012

¿Nos hacemos un golpe de Estado o una peli de Almodóvar?

A ver si nos aclaramos en los conceptos.

Si un grupo de militares ocupa el Congreso, disuelve las cortes e impone un gobierno provisional, eso es un golpe de Estado. Si unos miles o cientos de miles de personas "ocupan" (según reza la convocatoria original), o rodea el Congreso con intención de que los diputados dimitan, se disuelvan las cortes y se abra un proceso constituyente, eso es un golpe de Estado. Da igual que los protagonistas sean civiles o militares, que vayan en tanque o en legítimo ejercicio del derecho de manifestación, que sean doscientos o dos millones.



La verdad es que no tengo nada en contra de los golpes de Estado porque no soy cándido; sé que todas las sociedades civilizadas, sujetas al imperio de la ley y administradas según cauces y principios constitucionales, históricamente obtuvieron su legitimidad, siempre, sin excepción, mediante una acción de fuerza; o sea: un golpe de Estado.

Lo único que me echa para atrás de esta convocatoria para dar un golpe de Estado en España, hoy, 25 de septiembre de 2012, es que los organizadores del evento prefiguran, con sus modos atolondrados y su empanada mental, males peores que los que teóricamente quieren corregir. Si se va a dar un golpe de Estado hay que tener muy claro lo que se quiere, cómo se va a hacer y adónde queremos llegar; un proyecto de sociedad, un programa de gobierno inmediato, una gente que ejerza ese gobierno, una "hoja de ruta" diseñada prudentemente para alcanzar el objetivo constituyente. Las civilizaciones no se construyen a partir de la queja y mucho menos la indignación, sino de la voluntad de ser. En el caso que nos ocupa, ¿de ser qué?

Citar a la gente para dar un golpe de Estado a tontas y a locas me parece que supone justamente eso: pura irresponsabilidad y pura fanfarria para tont@s y loc@s.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Algunos de esos libros

Mi cartero no sabe el cariño que le he tomado. Lo veo por la pantallita del video -portero, en blanco y negro como las televisiones antiguas, aquellas que aún no funcionaban en España cuando nací. Lo veo, decía (en ocasiones me disperso), lo veo y me entra una alegría inmensa porque sé que me trae libros. Es mi presentador de TV favorito, le tengo más afecto que a Matías Prats y muchísimo más que a Jordi González. Cualquier día bajo las escaleras a todo correr y le pido un autógrafo.

Mira lo que me ha traído la última semana:






Esta mañana también ha llamado al video - portero, pero no cargaba libros sino una carta de Movistar. Bueno... los actores y los programas de TV tienen sus altibajos.

Seguro que mañana es otro día.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Maldito Proust

Si el miércoles comemos en Villamaría (Busdongo de Arbas), y el menú consta de guisantes con jamón, ternera guisada y arroz con leche; y el jueves preparo un arroz gloriosísimo y de postre hay bizcocho casero más glorioso todavía y tan glorioso que no paro de zampar bizcocho durante la tarde/noche; y el viernes, camino de Gijón, volvemos a Villamaría porque Sonia se quedó con ganas de pote y yo me pido menestra y filetes de ternera y tarta de queso; y el sábado nos invita a comer la tía Elí y mientras su prima Marina relata su devoción por Intereconomía nos embuchamos unas alubias pintas con chorizo y unas carrilleras de ternera que son medio prodigio medio milagro, y de postre un flan con nata como una plaza de toros; y el domingo Toño Llamas y Albina nos invitan a una barbacoa y comprobamos que, en materia de barbacoas, unos crían fama y otros cardan lana de verdad, porque no hemos probado asado de más enjundia en mucho tiempo, y de postre hay helado de dos clases y de las dos clases, por orden y con método, me pongo como un gocho... ¿Pues qué quieres? Llevo quince días a barritas de muesli, té rojo, zumo de melocotón y uva y, de vez en cuando, cuando las hambres aprietan, una magdalena.

Sin ir más lejos, ese ha sido mi desayuno de hoy: un té y una magdalena. Faramio dice que es un desayuno "muy literario". Tal cual lo ha dicho: "Muy literario". El hijoputa.

PS./ El perro, que no está a dieta, se ha zampado el papel de la magdalena. Lo que me da que pensar. ¿Qué leches hizo Proust con el papel de su magdalena? Porque a lo mejor ahí había otra búsqueda de otra cosa perdida que no fuera el tiempo.  

viernes, 21 de septiembre de 2012

Curiosidades epistemológicas

Sobre la autonomía relativa de las superestructuras ideológicas en las sociedades mongolas.




Tercera ley de Faramio

(Sobre deportes, espectáculos públicos y banalidades tumultuosas en general)

* Cuanto más simple y pueril es el discurso político de las clases dirigentes, más se infantiliza la reacción de las masas y, en consecuencia, más se politizan los circos.

*Ejemplo (prueba) de reversión: En la medida en que el fútbol se politiza, el discurso político se futboliza.






martes, 18 de septiembre de 2012

José Antonio González Fuster

Lo que más le gustaba era fumar marihuana, beber whiski y navegar en su velero, ese Rat-Penat célebre en el puerto de Sagunto porque era domicilio perpetuo (no tenía otro), del estrambótico marino que cruzó el Atlántico y llegó desde Maracaibo tripulando aquel barquito de once metros de eslora, en cuyo mástil flameaban el estandarte y escudo del reino de Valencia.

También era aficionado a las mujeres, se cuenta. Antes de enviudar se había divorciado tres o cuatro veces de la misma esposa, la única que tuvo por las leyes de tierra firme. Por la ley del mar, algunas muchas salieron con él a navegar y regresaron bien navegadas. De eso se quejaba mi abuelo, que era un hombre muy mirado para estos asuntos. Y por ese mismo asunto se descojonaba mi padre, que también era mirado para lo suyo aunque con menos remilgos que su suegro.

Nada más regresar a España y atracar su barco y su vida en Sagunto, se llevó un disgusto tremendo. Salió publicado en todos los periódicos: su único hijo varón, mi primo José Antonio, había asesinado a su pareja (a la sazón un caballero bastante más mayor que él, tío carnal para más señas), y después se había suicidado, colgándose de una viga en la casita de la sierra madrileña donde ambos convivían desde tiempo atrás. Aquello sucedió en verano, recuerdo, y hasta octubre no tuvo oportunidad de presentarse en el juzgado que instruía el percance. Entonces se enteró de que los periodistas, como suele suceder, no se habían enterado bien de la noticia y la habían publicado al revés. Su hijo no fue asesino y suicida sino todo lo contrario, víctima de un depravado, enfermo mental y celoso de los de apuñalar por la espalda (literalmente). El País le dedicó unas cuantas informaciones a modo de compensación por el terrible daño moral que la estupidez de algún redactor(a) le había causado. Él se conformó y decidió no meterles ningún pleito. Se explicaba muy bien al respecto: "Mi hijo y mi cuñado eran un par de pervertidos, mejor no remover..."

Después vivió "la videta", los pocos años que le quedaban antes de enfermar y consumirse en el vaivén aletargante del Rat-Penat sobre las aguas mansas del puerto. Y más después la llamada telefónica y la noticia, esa de la que suelen decir los obituarios que "no por esperada resultó menos dolorosa": Se acabó. A navegar a otros mares.

Que fuera hermano de mi madre, mi tío de América, mi padrino de pila, es anécdota. Lo importante es hablar de él, hoy, aunque sea a palo seco. Para hablar bien ya habrá tiempo. De momento, se murió un hombre que era una gota de nada en los océanos de aquí y de allá que siempre quiso surcar, una persona cabal, entrañable, tarambana, chavista (tiene bemoles), mujeriego, apegado al mollate, solitario, maniático, desastrado a más no poder, defensor a ultranza de la costumbre de no usar calcetines ni calzoncillos, de caminar descalzo, de beber solo, por las noches, y dormir la curda sobre las costillas de su barco, ese claustro y aquellas aguas maternas que no abandonó hasta el final. Ese es el que se ha muerto, creo que para siempre.

Ya te digo: otro día hablaré bien de él.