Estaba fresca la noche y encima nos dedicamos a hablar de nieve, la de León, la de Granada, la lejana y soberana que sirve de paisaje y la que nos viste de diario. La nieve de los caminos y la que está siempre en la memoria y ya nunca es excepción sino, como dijo no sé quién, una forma de estar en el mundo. Si el patriarca Álvaro de Bayos sabía "de nieve más que nadie", los congregados en la librería Artemis, el martes pasado, lo sabíamos casi todo sobre los nombres de la nieve (todo lo que hay que saber, se entiende).
Porque la nieve es como la amistad: si le quitas el silencio se queda en medio nada. Y si intentamos arrebatarle su misterio, el fracaso está cantado. Hay cosas que, de puro evidentes, no pueden ser explicadas.
Del blog de Bruno Alcaraz |
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