sábado, 31 de diciembre de 2011

Nocheras nocheviejas


La de 1975. Agarré una cogorza impresionante en casa de un compañero de facultad, quien organizaba la fiesta por todo lo alto. Con la euforia del cava y las copichuelas, me dio por invitar a todo el mundo, al día siguiente, Año Nuevo, a presenciar el “tradicional” concurso de saltos de trampolín sobre nieve; en la TV de mis padres... ¡Y en color! Apenas dormí dos horas. Sobre las diez de la mañana, la modorra pastosa y asesina de resaca fue zarandeada por mi madre: “Hay unos sujetos con mala pinta que apestan a vino y preguntan por ti”. Diez o doce melenudos que habían seguido la fiesta, acababan de presentarse en casa. A la mitad de aquella tropa no la conocía de nada. Mi padre, en batín de franela y zapatillas de paño, los atendió muy cortés. Mientras los esquiadores saltaban en Austria y nosotros los veíamos desde Granada (y en color), papá y mamá me miraban con cara de “Ya hablaremos”.

 La de 1979. Sobrio del todo, viajé a Madrid el día anterior, con la RENFE. En la capital del reloj que da los cuartos antes de las doce campanadas, me encontré con unos amigos a los que tenía urgente necesidad de visitar. Bueno, sí: la juventud suele ser tonta y la mía de remate. Eran las 23’15 del 31 de diciembre cuando tomé el tren de vuelta a Granada. Me despidieron con entusiásticas felicitaciones por el nuevo año. Durante el viaje, los pasajeros sacaban una botellita de sidra El Gaitero, otra de coñac Soberano... Brindaban y repetían: “Feliz año nuevo”. En cuanto llegué a Granada, después de dos noches de tren (aquellos trenes), me dirigí medio zombi al Gobierno Militar, donde estaba citado a las 09’30. Había unos doscientos jóvenes en mi misma situación, la mayoría con resaca. De la resaca me había librado; pero de ir a la mili, no. Unos soldados nos entregaron los petates y un capitán con bigote nos leyó el reglamento. A paso ligero, volvimos a la estación de ferrocarril. Al tren. A Madrid otra vez. Casi todos los mozos iban adormilados. De vez en cuando despabilaba alguno y repetía con voz de aguardiente: “Feliz año nuevo”. No recuerdo el trayecto entre Atocha y Alcalá de Henares, esa parte del insomnio se ha perdido en el océano de los absurdos. En el campamento, un tal sargento Padilla nos recibió encantado, muy jovial y dicharachero. Cuando la compañía sin uniformar y con demasiada pelambre se encontraba más o menos formada, se dirigió a nosotros con una gran sonrisa. “Vamos, chavales, más energía, que en el ejército no nos comemos a nadie. Ah... y que no se me olvide: “Feliz año nuevo a todos”. Yo creo que lo decía con recochineo. Luego ya no pude hacer la mili del todo, pero esa historia es otra, para otro día.

La de 1987. Barrio de San Matías, casa de tócameroque. Sobre las 22’00, unos gamberros tiraban petardos en la calle. Un vecino salió al balcón para increparles y afear su conducta. Los gamberros demostraron ser muy gamberros: respondieron a pedradas. También demostraron tener mala puntería, pues el único cristal que rompieron fue el de mi habitación. Daños imprevistos de una guerra en la que yo, por principio, era neutral. Me empeñé en denunciar los hechos en la comisaría de la plaza de los Campos. Mis compañeros de piso me previnieron: “Mira que en nochevieja...”. Yo, erre que erre. Un cristal nuevo, en aquellos tiempos, costaba 3000 pesetas. Y su valor a 31 de diciembre, con los fríos que caen en Granada, era prácticamente incalculable. Llegué a comisaría sobre las 23’30. Salí a las 08’00 del uno de enero. Pasé la noche entre carteristas, heridos en riña, accidentados y dos prostitutas de la calle Jazmín que se habían enzarzado con un cliente beodo y remiso a pagar sus servicios. Finalmente, conseguí poner la denuncia (hasta hoy, por cierto). El policía de la puerta, cuando me marchaba agotado por aquella noche a lo Valle Inclán, me consoló con un muy verídico aserto: “Ánimo, hombre, que mañana es festivo en Graná y tiempo tiene usted para recuperarse de esta juerga”. Desde entonces, le tengo cariño a la fiesta de la Toma de Granada, por más que digan los del Colectivo 2 de enero.



La de 2011. Carmona, depresión del Guadalquivir. (Lo de “depresión” va sin segundas). Dentro de un ratito me conecto al Skype para charlar con la mujer que comparte mi vida pero no estas fechas. Por Buenos Aires anda. Allí no será año nuevo hasta dentro de muchas horas. Vale la copla: Tengo dos vasos vacíos y una botella de vino. Dime, noche: ¿a quién invito?

lunes, 26 de diciembre de 2011

¿A casa por navidad? Te vas tú a enterá...


Lo dijo Su Majestad el Rey, en el discurso de navidad leído ante las cámaras de TV el pasado 24 de diciembre: “Todos los españoles son iguales ante la ley”.

Por ese motivo, y no por otro, Miguel Francisco Montes Neiro, el preso más antiguo de España, indultado por el consejo de ministros el 16 de diciembre, ha celebrado estas fiestas entre rejas.

Esbozar cualquier argumentación sobre agravios comparativos, la pretendida igualdad de los españoles ante los tribunales de justicia y los jueces encargados de administrarla (y ante los gobiernos que otorgan los indultos, para qué nos vamos a engañar), sería a estas alturas un empeño ocioso. Inútil por demás. Quien no sepa del caso es porque no le interesa, y nunca se va a enterar. No merece la pena explicarlo más veces.

Lo último sin embargo: el juzgado de guardia de Granada desestimó el mismo sábado 24 una petición de habeas corpus, presentada por la familia de Neiro, en la que se solicitaba la comparecencia del cautivo y su puesta en libertad. (Lo de “cautivo” va escrito a propósito). Todo ha sido una cuestión “de papeles”, parece ser. Burocracia. O sea: ganas de enmendar (en lo posible) una injusticia o perpetuarla un poco más. Voluntad de llevar sosiego a una familia o amargarles la vida. Total, pudiendo hacer las cosas con inquina, los dientes apretados y la ceja levantada, con bilis en las entrañas... ¿para qué hacerlas de buena intención? Lo de paz y amor para los hippies, que son unos vagos. La navidad es una época del año tan apropiada como otra cualquiera para hacer sufrir al prójimo.

Joder, una de las primeras cosas que me llamó la atención cuando dejé de vivir en Granada, hace ya seis años, es lo poco que se habla de mi ciudad en los medios de comunicación; y lo poquísimo que importan a lo largo y ancho del mundo los “asuntos granadinos”. Como si no existieran. De Granada, la Alhambra, la sierra en temporada y pare usted de contar.
Aunque, eso sí: cada vez que Granada aparece en los periódicos, la televisión, las alertas de Google... es por una mierda de estas. Cabal sucede y tal cual lo digo.

Miguel Francisco Montes Neiro, al final de su dilatada existencia como recluso, ha ido a dar con esa maldición. Era el último castigo que le quedaba por soportar: el padecimiento en propias carnes de la genuina mala leche granadina.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Fría navidad


Ya está aquí, y todo el mundo se entera de un modo u otro; y la vive (con satisfacción o a su pesar), porque las fechas son literalmente insoslayables. Si alguien decidiera pasar unas navidades completamente al margen del escenario, sin contaminación ambiental, tendría que esconderse en casa, no ver TV ni poner la radio ni conectarse a internet, no responder al teléfono y no abrir la puerta. La navidad es lo que tiene, esa virtud líquida de penetrar por todos los resquicios de lo cotidiano hasta que nos agota, igual que un niño se harta de polvorones o los mayores de sidra El Gaitero y anís Del Mono. Nos atiborra pero nos gusta hasta el empacho.

A mí, de la navidad, lo que más me llama la atención es el frío que hace. Muchísimo. Hemos pasado unos días en Valencia y hacía un frío de congelarse el Pardalot del mercado. De regreso, en Sevilla cae una pelona de las de llevar gorro de la lana en casa. Leen bien, en Sevilla. En el milenario pueblo donde habito, con sus casitas de ladrillo y muros de papel, orientadas radicalmente al norte o al sur para que no dé el sol ni media hora al año, cuando llegan estas fechas un servidor tirita abrumado por la convicción de que el frío se irá cuando quiera, pero no hay más remedio que aventurarse pasillo adelante, hasta el helor sin misericordia de la toilette, cada vez que la naturaleza se imponga; y entre una meada y otra no cabe un invierno.

Hay gente que se pone melancólica, otros se pimplan unas cuantas veces, otros dan la tabarra con el carrusel de felicitaciones (el móvil y los sms, perverso invento para estos días), y otros directamente se deprimen, que es lo suyo. La felicidad y fraternidad a fecha fija no concuerdan del todo con el anhelo siempre legítimo, casi nunca razonable, de ser felices de verdad. Y si el gozo navideño como quintaesencia de la alegría de vivir adquiere su altura sublime en la fachada embombillada del Carrefour, ya me dirán ustedes...

Otra cosa, la última que no entiendo de la navidad, es por qué nos dividen en tres grupos básicos de consumidores: niños para los juguetes, ilusionados padres de familia para compras de perecederos en grandes superficies, y jovenzuelos estilizados y un poco salidos para los anuncios de perfumes; y encima hablando en francés, un idioma muy respetable pero poco navideño. Y las cosas que se dicen susurrando orgásmicos: “Tresor”, “Egoïste”, “Obsesión”. Por Dios, no sabe uno a qué carta quedarse: si vestirse de Papá Noel y entretener a los sobrinos con un concierto de eructos o emplear dos tardes en ponerse al día, urgentemente, en la escena de la cocina de El cartero siempre llama dos veces (versión 1981, please).

Total, que todo esto me parece muy lioso, qué quieren que les diga. Y además, con el frío que hace no están las neuronas para mucha divagación. De tal modo, a quienes les guste recibir felicitaciones navideñas, por la presente quedo cumplido. A los que no, dejen sin efecto estas líneas. Y todos tan contentos. Y con tanto frío.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Luis Magrinyà gana el premio Otras Voces por 'Habitación doble'

José Vicente Pascual González - Blogs

EL PAÍS - 16/1272011
DANIEL VERDÚ

Habitación doble, la "instalación narrativa" -como él la define- del escritor mallorquín Luis Magrinyà (Palma de Mallorca, 1960) ha ganado la tercera edición del Premio Otras Voces, Otros Ámbitos, convocado por Ámbito Cultural y Hotel Kafka, y que se concede a la mejor novela publicada durante 2010, en castellano y en España, cuyas ventas hayan sido durante este tiempo inferiores a 3.000 ejemplares. Pese a que Magrinyà no considera que se trate de una novela, el jurado la ha convertido en la ganadora del año. "No me preocupa para nada el tema de los géneros, creo que son discusiones que tendrían que estar ya superadas. Los fundamentalistas del cuento son los peores...", señala riendo por teléfono y muy feliz por el galardón.

La obra, que aborda desde distintas perspectivas las relaciones entre padres e hijos, ha sido seleccionada por diferentes representantes del sector editorial . La filosofía del premio, en cierto modo, consiste en recuperar una obra que no ha terminado de tener el impacto que debería por su calidad y volverla a colocar en el circuito comercial.Habitación doble, publicada por Anagrama, tendrá una campaña de redistribución a través de las 85 librerías de El Corte Inglés y de todas las que quieran apoyar la propuesta y sumarse a la tarea de darle visibilidad a la obra. El autor recibirá también una escultura en bronce de Jaime Martínez conmemorativa del Premio.

"Este es un premio que me hizo mucha gracia, porque me identifico con sus características. Es muy extraoficial y es un galardón fuera de mercado. El mercado no es algo tan natural, no existe el gen capitalista... En fin, pero el premio me hizo mucha ilusión. Se trata de un jurado compuesto por 100 personas, al menos me han tenido que votar 51", celebra el autor. "Empecé este libro con la idea de escribir una serie de historias para luego juntarlas y ver qué pasaba. Tuve en cuenta el concepto de unidad, eso sí que tendría que ver con una novela, pero no quería forzar el sentido, y... bueno, eso fue lo que salió. Hay un tema recurrente y muy obvio en el que no caí hasta que me lo dijeron que son las relaciones entre padres e hijos. Debo tener esa obsesión", confiesa.

Esta es la quinta novela (libro de relatos o instalación) de Magrinyà. Pero la separación temporal entre la publicación de cada una, asegura, le otorga un estado de euforia total cada vez que lanza una nueva. Con Habitación doble llegó a hacer una fiesta y a lanzar un video. Sus amigos, cuenta, estaban alucinados de verle en ese estado de felicidad más propio de un autor nobel. "Soy un escritor muy lento y muy pesado, en fin, muy poco escritor. Ahora, por ejemplo, estoy en algo que no sé muy bien lo que va a ser. A mi ritmo, en algunos años tendremos algo nuevo. Quizá porque publico tan poco me hace mucha ilusión cada vez que lo hago".

La primera edición del Premio de Novela Otras Voces Otros Ámbitos concedió su galardón a Trabajos del reino, del mexicano Yuri Herrera, editada por Periférica en 2008; y la segunda fue para Las primas, de la argentina Aurora Venturini, editada por Caballo de Troya en 2009. En ambos casos, el premio cumplió su función y devolvió los libros a los conductos comerciales.

Miguel Montes Neiro

Ingresó en prisión en 1976, a los 26 años de edad, por haber desertado del ejército; ya saben, aquel ejército que era el mismo de Franco, fallecido once meses antes.
Tiene ahora 61 años y continúa en la cárcel.
Nunca cometió delitos "de sangre".
Para cualquier demócrata de nuestro tiempo (sobre todo los demócratas que repiten cuarenta o cincuenta veces al días las palabras "franquismo" y "memoria"), el caso de Miguel Montes Neiro debería haber representado justo lo que es: una obscena injusticia, paradigma del funcionamiento desquiciado, arbitrario y cruel de la administración cuando las leyes (y quienes las ejecutan), se aplican ciegamente, ferozmente, contra individuos indefensos.
Pero no. Ningún demócrata antifranquista se ha acordado de que este hombre lleva 35 años en la cárcel, y que fue puesto entre rejas, por primera vez, como castigo a su huida del ejército franquista. Se ha pudrido entre los muros de su celda con los gobiernos sucesivos de Adolfo Suárez y la UCD, con los no menos sucesivos de Felipe González, con Aznar y no digamos con el señor ese de Valladolid que se está construyendo una casita en León.
Solamente la presión de las redes sociales, "incendiadas" por el escándalo del indulto a Alfredo Sáez (consejero delegado del Banco de Santander, faltaría más), ha conseguido que el gobierno en funciones se acuerde del preso más antiguo de España.
Hoy lo han indultado.
Hoy, Miguel Montes Neiro y su familia se sentirán al fin satisfechos y felices. Y todos los demócratas de España y parte del extranjero tenemos, a partir de hoy, un hiriente recordatorio para sentir un poco más de vergüenza por esta democracia tan rara en la que vivimos. Esa misma democracia que ha mantenido en prisión, sin acordarse de que existía, a un hombre de 61 años, enfermo de hepatitis y tuberculosis.
A esa democracia me refiero.
A esa vergüenza.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Los almajos

El Majadal es un poblado de colonización, construido y organizado tras la guerra civil española, donde algunos trabajan y el cura párroco del lugar tiene organizada una casi perpetua timba de invierno en la cantina-colmado del pueblucho. Estos detalles no tendrían mucha relevancia a la hora de hablar de una poderosa historia, magistralmente narrada, si no fuese porque la misma historia podría iniciarse de la siguiente manera: “Si una noche de invierno, un cura... juega a las cartas en la taberna de una aldea perdida donde todos sus habitantes comen lentejas casi todos los días, y las lentejas son el plato santificado por antonomasia...”.

Eso quiere decir que algo serio va a suceder.

Las lentejas, por ejemplo.

El sabio griego descubrió que si se alimentaba a un hombre exclusivamente con lentejas, el individuo no moría. Era probable que acabase de lentejas hasta las uñas de los pies, pero no moría. De cuya consecuencia, el sabio griego estableció que en la lenteja se condensaban todos los nutrientes básicos para la vida del ser humano, y por extensión hacia la categórica exigencia de lo “humano”, debía hallarse igualmente, en la lenteja, el soplo primigenio del alma. Razón por la cual, en muy abundante simbología clásica, la lenteja representa al alma y es alimento sacro. Creo que también por ese motivo en Italia se comen doce lentejas en nochebuena, en vez de doce uvas.

Y los egipcios, que alimentaban con lentejas a los esclavos que construían las pirámides. Un alimento sagrado para quienes hacían un trabajo sagrado.

De manera que los esclavos de El Majadal también se alimentan con lentejas. Pero no caigamos en la foto deprimente de posguerra. Los habitantes de El Majadal no son esclavos de nadie, más que de ellos mismos. Y bastante tienen. Obedecen la ley improfanable de la supervivencia, y por eso mismo no tienen más remedio que actuar como rehenes de su condición. Algunos consiguen acomodarse al duro destino y otros, como Fabián, no acaban de poner los pies en la tierra sin que les duela el alma cuando miran al cielo. Ni pertenecen a El Majadal ni a este mundo (aquel mundo), donde la España de los dos bandos se transcendió a sí misma en la pura realidad de una guerra civil y sus fatídicas consecuencias, porque las guerras acaban y, entonces, suele descubrir el común de las gentes que ya no tienen bando. En realidad, no lo han tenido nunca. “Los suyos” nunca van a llegar. “Los suyos” nunca han existido.

Corolario.

En toda guerra civil hay tres bandos. Los que luchan de un lado, los que luchan de otro y los que luchan por no morir a manos de un bando u otro. Suelen ser los más numerosos. La supervivencia la tienen más o menos clara (no asegurada ni mucho menos), mientras dura la guerra. Cuando acaban de discursear los fusiles y los agujeros de las tapias de fusilar empiezan a echar moho, sobrevivir ya es cuestión más delicada. Aunque surgen problemas con algunos órganos vestigiales como el apéndice, puede que el cuerpo no muera (a fin de cuentas está alimentado con lentejas); pero el alma se cae a pedazos. Se pudre. En tales circunstancias, salir de ese mundo para ir en busca del propio no-sentido de la vida se convierte en un camino corto pero tajante: al monte de los olivos.

Todo esto lo cuenta Juan Villa Díaz en Los almajos. La novela dura 89 páginas solamente, pero usted no va a olvidarse de que ha leído una obra maestra en 89 meses por lo menos. Eso es seguro, casi tan seguro como que si durante esos 89 meses se alimenta en exclusiva de lentejas, no morirá. Al menos no morirá de hambre. De otra cosa, Dios sabe...

sábado, 10 de diciembre de 2011

Crash

Cuando vi esta película en 2005 me pareció una secuela de Vidas cruzadas, reinvención manierista y un poco oportunista de la sobresaliente película de Robert Altman, basada en relatos de Raymond Carver. Y poco más.
Como poco más era (eso me parecía), y los perfiles bajos suelen triunfar en la industria del cine y en todos los mercados culturales, Crash se llevó aquel año tres premios Óscar: mejor película, mejor montaje (sólo faltaba) y mejor guión original. Lo de original lo ponemos en aviesa cursiva.
Ayer volví a verla, en la plataforma digital de TV que una señorita con acento argentino me vendió hace un par de años. La película, revisitada seis años después, me apabulló con la verdad de la impostura. No era un pastiche policial/costumbrista concebido a modo de palimpsesto sobre Vidas cruzadas. He ahí mi error. Era más y mucho más.
Dicen que las buenas películas nunca pierden con el tiempo, se muestran siempre tan actuales, vivas, magistrales. Lo que viene siendo un clásico: aquello que establece paradigmas dignos de ser imitados.
Pero también hay (a Crash me remito), películas mediocres que ganan contemporaneidad, vigencia, a pesar de que su argumento y contenido ideológico siguen siendo el mismo infumable recetario de simplezas.
Esa fue la impresión que tuve ayer.
En 2005, Crash era un producto lábil desde el punto de vista literario, con un mensaje tan ñoño y previsible que, en ocasiones, conmovía hasta la vergüenza ajena. Pero hoy, da la impresión de que el argumento, el guión y el discurso ético de la película hubiesen ganado en solidez y profundidad. Parece un cine de "dar qué pensar", con el desarrollo de una serie de conflictos morales (casi todos ellos centrados en el manido, inagotable tema del racismo), que deja cavilando al espectador un buen rato, tras el The End que se demora incomprensiblemente durante los últimos veinte minutos del filmado.
O sea, y explicándolo en paladino: lo que hace seis años me parecía un churro, hoy se me manifiesta como casi potable. Algo ha cambiado, y no en la película.
Ese algo, necesariamente, ha de ser el entorno. El perfil bajo se impone, imparable. En un mundo de mensajes cada vez más inanes, las ocurrencias estético-filosóficas con seis años de solera elevan notablemente la categoría de la obra.
O a la mejor soy yo, oigan, que con el paso del tiempo y la natural pérdida de neuronas me vuelvo cada vez más complaciente hacia los contenidos triviales.



Por otra parte, debo reconocer que la película, en 2005 y en 2011, sigue siendo entretenida y no exenta de algunos aciertos en el guión, incluso brillantes. Y hay que reconocer también, sin contristarse, que a determinadas obras cinematográficas les sucede lo mismo que a aquella actriz española, de la que dijo el crítico (muy crítico): "Nunca llegó tan alto porque nunca Hollywood había caído tan bajo".
Es justo lo que sucede con Crash. Dentro de diez años me parecerá una gran obra de arte. Nunca una película habrá llegado a tanto, gracias al tiempo que todo lo estropea.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Lo mejor de uno mismo

Hay personas que te hacen sentir bien por el mismo motivo que a veces te hacen sentir mal. Poseen el don (quizás se lo hayamos otorgado, depositando en ellas un anhelo que sabemos imposible de cumplir por nuestros solos medios), de hacer aflorar siempre lo mejor que llevamos dentro. Lo que sucede a menudo es que ese "lo mejor que llevamos dentro" nos enfrenta, de manera irrenunciable, con la obligación de analizar nuestra propia responsabilidad sobre cuanto nos sucede en la vida; lo cual, también a menudo, no es cómodo ni sencillo. Incluso puede que no sea agradable. Pero es lo mejor, para nosotros y para los demás.
Desconfío de la gente que siempre quiere hacerte sentir bien, bajo cualquier circunstancia. Elogian con o sin motivo, halagan, te hacen fiestas y carantoñas las merezcas o no. En suma, ante su mirada benevolente eres un irresponsable al que, más o menos, se tiene entretenido, contento, para que no dé demasiado la tabarra.
Por el contrario, hay gente (en mi existencia escasísima), que tarde o temprano hace que me enfrente con la verdad y con todas y cada una de las consecuencias de lo que hago, digo, pienso, siento... Ayudan a ser yo mismo, aunque duela. Ayudan (como ningún amigo sin condiciones puede ayudarte), a ver lo que hay de bueno y también de equivocado, egoísta  atolondrado, soberbio, en el proceder de cada día. Son personas que no exigen nada, pero hacen que uno se lo exija todo. Quizás no te digan la verdad a la cara y a las bravas, pero tarde o temprano harán que te mires en el espejo de esa verdad que necesitas como el aire que respira tu alma. Con esas personas, o manda el corazón desnudo o nada funciona.
Son las únicas personas imprescindibles en la vida de cada uno.
En la mía por lo menos.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El argentino Saldaña gana Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil 2012


Bogotá, 7 dic (EFE).- El abogado argentino Jorge Luis Saldaña obtuvo el Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil 2012 con la novela "Ronda de perdedores", historia de dos jóvenes aislados en un universo de fantasía, informaron hoy sus organizadores en Bogotá.
Saldaña presentó su obra bajo el seudónimo de "Ciro Pergolese" y el suyo fue uno de los 47 manuscritos de toda Iberoamérica presentado a este concurso, auspiciado por el Grupo Editorial Norma, de Colombia.
El premio fue fallado por un jurado conformado por los escritores Leonor Bravo, de Ecuador, y Jorge Eslava, de Perú, y la editora Pilar Londoño, de Colombia.
Una fuente del Grupo Norma dijo a Efe que los calificadores llegaron al veredicto en favor de Saldaña durante una videoconferencia, desde sus lugares de residencia, realizada este martes.
En su fallo, los jurados destacaron la calidad literaria de la obra, así como la creación de personajes memorables y la interesante relación que se establece entre ellos y el lector, que logra, según ellos, apegarse y sentir la historia.
El escritor, nacido en Buenos Aires en 1969, recibirá el premio en la vigésima quinta edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILB), prevista para mediados del año próximo.
El Premio Norma de Literatura Infantil y Juvenil está dotado con 13.000 dólares y también prevé la publicación de la obra por la misma casa editorial.
Además, compromete al ganador con una gira internacional por los países en los que Norma tiene presencia, para promocionar la novela, dijo la misma fuente.
Saldaña recibió hace 17 años una mención especial de la Editorial Baobad por su cuento "El duelo", es autor de la novela "Solo cuando me río" y también de otros relatos que aún no han sido publicados. Ahora trabaja en una tercera obra, titulada "Los argonautas".

martes, 6 de diciembre de 2011

En misa y repicando

Me alucinan y, la verdad, me enojan un poco estos caraduras. Llevan toda la vida... Bueno, lo escribo en términos hablísiticos: Llevan toooooda la vida amparándose en la Constitución para mantener sus chiringuitos, y ahora nos salen con que, roto el invento, jodida su adhesión al fabricante.
Hace muchos (entendámonos: muuuuuuchos años), se les dijo hasta la saciedad que una Constitución monárquica que consagraba la "economía de mercado", tarde o temprano nos llevaría adonde estamos. Pero ellos, claro: como quien oye llover. Necesitaban un "marco constitucional" de convivencia, desde el cual combatirían denodadamente por acabar con la injusticia social, los privilegios de las minorías, etc.
Y hasta aquí hemos llegado.
Que pidan perdón a todos los españoles por haber cocinado, negociado, aprovechado, comido y bebido opíparamente de este orden constitucional, y después ya se pueden poner todo lo dignos o indignados que quieran.
La gente que está en todas las bodas y nunca ha tirado una gota de cava al suelo, nunca me ha parecido de fiar. Son... ¿cómo decirlo? Como los gorrones profesionales, los que acuden a todas las bodas y nunca dejan migas en el plato. Y encima se quejan del menú.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Laura Galarza
Página 12 - 05/12/2011




José Vicente Pascual González - Blogs






Se hizo famoso escribiendo una biografía en la que se pinta a sí mismo como un niño huérfano criado por su abuelo indio. Afincado en Texas y con aspecto de vaquero, llegó a estar junto a Clint Eastwood, quien filmara una película basada en su primera novela, en el show de Barbara Walters. Murió en 1979, tres años después de la aparición de The education of little tree, ahora publicada en castellano como Montañas como islas. Pero a comienzos de los año ’90 se empezó a conocer la verdadera biografía de Forrest Carter, llamado en verdad Asa Earl Carter, un militante segregacionista que había participado del Ku Klux Klan, había fundado un grupo paramilitar acusado de cometer un atentado contra Nat King Cole y de varios asesinatos contra hombres negros.

En el año 1991, Montañas como islas (The education of Little Tree, en la versión original) obtuvo el premio de la Asociación Americana de Libreros, se subió a la lista de best sellers y hasta obtuvo excelentes críticas en el New York Times y en The Atlantic Monthly. En la tapa del libro, dos lobos husmean a los pies de un árbol. Debajo del árbol, el nombre del autor: Forrest Carter. La contratapa dejaba deslizar que la publicación del libro “provocó un escándalo al descubrirse quién era el escritor”. Ahora bien, haciendo caso omiso a los rumores de fraude, Little Tree siguió vendiendo y nunca dejó de editarse. “Con él puedes educar a tus hijos”, opina un lector en la Nota bene que la editorial de Montañas como islas parece verse obligada a poner al final del libro. Queda claro que hay un público que ignora quién es Forrest Carter cuando lo consume. Pero también es cierto que en los millones de ejemplares que siguió vendiendo la editorial de la Universidad de Nuevo México desde 1985, nunca se hizo mención a la controversia. Pues bien ¿cuál es la controversia?
Forrest Carter es la sustitución de identidad de Asa Earl Carter, quien fuera miembro del Ku Klux Klan y fundador de una organización paramilitar acusada de golpear a Nat King Cole en su concierto de Birmingham en 1956 y de cortarle un testículo, rociar con aguarrás y matar a un hombre negro en 1957. Autor de los discursos del gobernador George Wallace, se le atribuye la frase “Segregación hoy, segregación mañana, segregación siempre”.
Asa Earl Carter nació en Alabama el 4 de septiembre de 1925. Joven, se alista en la marina de EE.UU. y al finalizar la guerra se casa con su novia de la secundaria con la que tiene cuatro hijos. Después de estudiar periodismo en la Universidad de Colorado, regresa con su familia a Birmingham. Allí es donde Asa Carter va a desarrollar su carrera segregacionista. Durante la década del ’50 Carter escribe y publica El Sureño, una revista sobre la supremacía blanca y crea un programa de radio que hace resistencia a los movimientos de integración de la época. No satisfecho con el accionar “demasiado blando” del KKK, funda su propio grupo (de túnicas grises en vez de blancas) que termina involucrado en varios hechos policiales en los que si bien no se confirma la participación efectiva de Asa, sí más tarde, es acusado del asesinato de dos hombres de su grupo Klan con los que habría discutido por dinero. Pero los cargos son retirados gracias a sus vínculos con la política. Hasta el día de su muerte, George Wallace negó que Asa Carter haya sido el autor de sus discursos. Sin embargo, testimonios de ex funcionarios del político lo pintan como un hombre de dos caras, padre de familia los fines de semana y el mismo que se encierra a trabajar “en un cuarto con su máquina de escribir, una botella de whisky, una docena de paquetes de Pall Mall y una pistola”. Finalmente distanciado de Wallace, quien le pedía que bajara el tono segregacionista de los discursos, Asa decide hacer su propio camino político y se postula para la gobernación. Termina quinto en una lista de cinco candidatos. Es lo último que se conoce de su vida en Birmingham.
A partir de 1970 Asa Earl Carter se entierra a sí mismo y crea su propia criatura. Mudado con su familia a Florida y luego a Texas, cambia el traje de ciudad por ropa de vaquero, jeans y sombrero de ala, se deja crecer bigotes y se broncea. Ante sus nuevos vecinos y amigos se presenta como “Forrest” y llama a sus hijos, sobrinos. Separado de su mujer, comienza a escribir. Su primera novela, Gone to Texas (1973), es llevada al cine por Clint Eastwood. The outlaw Josey Wales se consigue en nuestros videos como El fuera de la ley: Clint quiere vengarse de la muerte de su mujer y su hijo en manos de los Botas Rojas en época de la guerra de Secesión. Unido al ejército del sur, mata a todo el que se le cruza por el camino.
En 1976, el mismo año que se estrena la película, Carter publica lo que, según asegura, es su autobiografía: The Education of Little Tree. En el libro, “Forrest” es un niño huérfano adoctrinado por su abuelo indio mientras juntos enfrentan los peligros de la montaña: “Si la naturaleza comprende que hay que eliminar un árbol y él sigue resistiéndose al empuje del viento, procede a fulminarlo”. Finalmente después de pasar una corta temporada en un orfanato y muertos también sus abuelos, Pequeño Arbol (así se llama el niño) vuelve al bosque en compañía de sus perros y de las enseñanzas que le dejara su abuelo: “Cuando uno se encuentra algo que es bueno, lo primero que hay que hacer es compartirlo; de esta manera lo bueno se difunde y no se sabe hasta dónde llegará”. The Education of Little Tree iría circulando de boca en boca hasta llegar a convertirse en un best seller.
Fue Dan T. Carter, historiador y primo lejano de Asa, quien en 1991 (año en que le otorgan el Abby), denunció en el New York Times que Forrest era el disfraz de Asa. Y declaró respecto de él: “Tenía una larga historia de violencia, no es una exageración pensarlo como un psicópata”.
A esa editorial en el New Yorker le siguieron otras, como las de Diane Mc Whorter, periodista y escritora oriunda de Birmingham, que aseguró que omitir las controversias sobre la obra de Carter equivalía a “publicar un libro de Hitler sin mencionar la palabra nazi”.
Pero la farsa Carter ya había caído mucho antes, cuando él aún vivía. En 1976, durante el show de Barbara Walters, “Forrest” promocionaba la película junto a Eastwood y la reciente aparición de su “autobiografía”. Los teléfonos explotaron. La gente de Birmingham reconoció bajo el sombrero de ala al verdadero Carter. Sus amigos de Texas aseguraron que después de ese episodio, “Forrest no volvió a ser el mismo” y se lo veía alterado. Asa Carter murió tres años después, en 1979. El parte de la emergencia fue: muerte por asfixia. Al parecer Carter estaba borracho y se ahogó con su propio vómito después de pelearse a las trompadas en un confuso episodio del cual participó también uno de sus cuatro hijos. Nadie de su familia fue al entierro.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Por qué??? La primera novela de Lluís Llach llegará a las librerías el 2 de febrero.... ¿Por quéee?

La gallina no dijo prou
Por qué??

José Vicente Pascual González - Blogs


La Vanguardia - 02/1272011
Barcelona. (ACN) .- La primera novela de Lluís Llach llegará a las librerías el 2 de febrero del próximo año. Se trata de una novela bajo el sello de Empúries que narra la historia de amor entre hombres libres y retrata aspectos sociales y políticos de la Catalunya de la primera mitad del siglo XX.

La historia, ambientada en el barrio de la Barceloneta en los años veinte y treinta, rinde homenaje a una generación que supo luchar por sus ideales y que conservó hasta el final, a pesar de las derrotas, la vitalidad y el coraje. Bajo el título Memòria d'uns ulls pintats, Llach reconstruye un periodo histórico a menudo mal explicado.

Cuatro amigos, dos chicos y dos chicas nacidos en 1920, crecen juntos en el barrio obrero de la Barceloneta. Empiezan a descubrir el mundo en un ambiente humilde y libertario, y la proclamación de la República les abre un amplísimo horizonte de posibilidades, ilusiones y esperanzas. Pero la Guerra Civil y la posterior represión franquista lo cortan todo.

La vida de los cuatro y de sus familias queda marcada por el impacto de unos hechos históricos que influyen de una manera especialmente trágica en la relación de amor y de amistad entre los dos chicos, Germinal y David. El mismo Germinal, ya viejo, narra su experiencia estremecedora a un joven director de cine que busca argumento para hacer una película histórica.

Lluís Llach (Girona, 1948) cerró en 2007 cuarenta años de una carrera artística que le llevó a actuar en todo el mundo y lograr éxitos discográficos sin precedentes en la canción catalana. Ahora debuta como novelista con esta espléndida Memòria d'uns ulls pintats.

Entretenidos e infelices

La gente quiere estar entretenida, eso es de Perogrullo. Lo que no tengo muy claro, ni lo he tenido nunca (y sospecho que jamás saldré de mi ignorancia), es de qué hay que entretenerse. Por qué.

Si uno queda a solas con sus pensamientos, en silencio, mirando por la ventana, o hacia una pared donde cuelga un calendario, o nada (la famosa pared vacía de las películas lituanas), entonces se supone que no estamos entretenidos. Nos aburrimos. Y lo que es peor: se puede llegar a pensar demasiado y es posible que se cuelen ideas raras en la cabeza.

Si voy por la calle y veo a un señor asomado al balcón, fumando un cigarrillo y con la vista en ninguna parte, acaso conjeture con que el individuo puede estar planificando su suicidio. Porque la gente que no se entretiene, acaba tarde o temprano por sumirse en morbosas consideraciones sobre la muerte. La suya o la de otros, a ver si el menda va a ser uno de esos que la lían parda desde una azotea, con un semiautomático... Ni pensarlo quiero.

Estar a solas con nosotros, nuestro silencio, no pensar en nada... es malo. Estar entretenido debe de ser buenísimo. Nunca tuvimos tantos cachivaches electrónicos, tantas posibilidades tecnológicas y tanta oferta de ocio... y nunca tuvimos tanta necesidad de estar entretenidos. Seguramente sea porque la risa se pega y la diversión crea adicción.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Tierra de bárbaros


Argentino, afincado en España desde hace bastantes años, Norberto Luis Romero es un autor con suficiente experiencia y demostrada trayectoria literaria. La suficiente (sobrada), como para abordar esta novela desde unas premisas “clásicas” dentro de lo que se ha venido considerando propio de la narrativa iberoamericana en las últimas décadas: el realismo mágico. Podemos poner los matices que queramos a esta catalogación (quizás demasiado sencilla, o simplista); pero, a poco que guardemos objetividad al respecto, será imposible buscar un acomodo de referencia más preciso para esta singular y desde luego sobresaliente novela. Por otra parte, Norberto Luis Romero, escritor de honda formación y conocimiento, tiene la virtud, acaso insólita, de instalarse en este ámbito de lo real maravilloso con plena potestad y, al mismo tiempo, aparecer refractario, opuesto a los clichés comerciales, el referente espurio de “aguas para chocolates”, “casas de los espíritus” y demás productos mercadotécnicos que han convertido este canon literario, defendido magistralmente por Alejo Carpentier en el prólogo a El reino de este mundo, en un género devaluado, lábil, acaramelado y lindante con la emotividad televisiva de los culebrones suramericanos. No es el caso de Tierra de bárbaros, cosa previsible en un auténtico, talentoso y pundonoroso autor como Norberto Luis Romero.

Si hablamos de realismo mágico, la primera referencia es el estilo. Tierra de bárbaros, sin caer en barroquismos, alambicamientos ni artificios, exhibe una prosa rica, frondosa, bullente en expresiones y vocabulario mestizo, en un magma indiferenciado donde el puro español se transmuta felizmente en ese otro idioma que el autor, en ámbitos más privados, denomina argeñol: el idioma de la América hispana, por donde transitan con toda naturalidad vocablos y expresiones propias del más vetusto y venerable castellano junto con los procedentes del habla coloquial en los distintos segmentos sociales, los términos indígenas, los africanismos, los barbarismos de toda procedencia. No es casualidad que la protagonista de la novela (si es que cabe hablar de protagonistas en esta “novela río”), se llame Dorothy. A fin de cuentas, el finalismo británico es parte irrenunciable del alma argentina, la cual Dorothy encarna con sobrada dignidad a lo largo de la narración.

El argumento, igualmente, nos remite a la naturaleza dual de los fenómenos manifestados al ser humano: realidad y magia. O lo maravilloso de la realidad si se prefiere. Por una parte, nos encontramos con la pugna histórica, definitoria del siglo XIX argentino, entre los belicosos caudillos federalistas y los opulentos unitaristas. Una lucha despiadada, a veces tintada de excesiva crueldad, como en el episodio del asesinato de Quiroga, que no acabará de decantarse hasta mucho tiempo después y que mermará de forma notable las posibilidades que Argentina tuvo, en sus “buenos malos tiempos”, de convertirse en la gran potencia americana, cuando Buenos Aires competía con Nueva York por ser el gran puerto atlántico, la gran urbe continental; ese tiempo en que la nación argentina, ubérrima de recursos y nutrida por una inmigración extraordinariamente caudalosa, anhelaba ser… lo que nunca llegó a ser. Esa truncada pasión argentina ha dado ocasión a numerosas y a menudo muy brillantes obras literarias, como la que se comenta.

Por otra parte, en íntima ligazón con los sucesos históricos (objetivos, reales), se desarrolla ese mundo evocador, pleno de simbolismo, incierto y atractivo de la magia cotidiana de lo real, cuando esa misma realidad pasa por el tamiz y la mirada de las muchachas, hijas y esposas de la buena sociedad bonaerense, las cuales, ajenas a los cataclismos políticos que asolan y enfrentan a sus familias, comentan desde su particular y tonante, melódico punto vista, los acontecimientos públicos. Esa charla de media tarde, bajo el calor sofocante de un verano déspota, deviene en mezcla encantadora, muy femenina en el buen sentido del término; un brillante mosaico donde se entreveran sentimientos con razonamientos, intuiciones con certezas, acontecimientos privados (la esterilidad del matrimonio de Dorothy siempre en primer plano), con eventos públicos de primera magnitud; y todos y cada uno de estos elementos tiene, para las contertulias, la misma prevalencia: partículas de un todo que es la vida fluyendo impetuosa y ante la que ellas, casi siempre, asisten como deslumbradas espectadoras.

Hay una “vuelta de tuerca” sin embargo a esta visión amplia de lo real expresada en lenguaje literario. Sinceramente creo (quizás ande muy errado, se acepta el riesgo), que Norberto Luis Romero ha intentado (desde mi criterio con éxito), conjugar dos veneros opuestos en el ámbito de la literatura que pretende abarcar hacia lo metareal: el realismo mágico y el surrealismo, en la medida que este último nutría gran parte de sus fuentes de inspiración a partir del psicoanálisis. La simbología “fuerte” de Tierra de bárbaros, arranca con la visión de un soberbio tigre, escapado de un circo, y se cierra con la misma imagen. Encontramos en el camino, a modo de ejemplo ilustrativo, la infecundidad de Dorothy, el deambular de religiosos y santeras, prostitutas y damas de moral granítica, monjas castradas con brutales cinturones de castidad, sacerdotes arrasados por la sensualidad de la tierra, y el colofón de este marasmo perfecto de emociones imperfectas: la fiesta de la momia, con su resultado de colectiva gravidez que afecta a mujeres habitantes “del otro lado” de lo real. Por ese motivo, los embarazos no prosperarán, no nacerán más niñas (nunca niños, espléndida y sutil la permanente alusión al “eterno femenino” en la novela); y de la misma manera que Argentina no llegará a culminarse como país hegemónico, las gentes y la vida que la habitan quedarán en la misma, deslustrada posición del majestuoso tigre fugitivo: amagando su poder, exhibiendo en vano su belleza. Una soberbia fuerza inaplicada que dará como resultado (así la historia lo demuestra), el propio destino de aquel país y, en suma, de Iberoamérica: el sobrecogedor escenario de un aterrador vacío.

No sé si esta era una de las intenciones, puede que la principal, del autor al escribir Tierra de bárbaros. Al menos, así ha leído la novela quien estas líneas firma. Y así la cuento. El que quiera saber más, ya sabe: a la librería. Seguro que no se arrepiente.