Continuo con mis inquietudes lógico-metafísicas.
Qué manía le ha entrado a los alcaldes del PSOE e IU (y algunos otros que tiran más o menos al monte), de que la iglesia católica pague el IBI de los edificios de su propiedad. No es que me parezca mal, pero me parecería mucho mejor si todos se aplicasen la misma exigencia.
Los partidos políticos no pagan este impuesto municipal. Ni los sindicatos. Ni las mezquitas ni las sinagogas ni las iglesias ortodoxas ni las protestantes ni las budistas. Ninguna. Ni las federaciones deportivas. Ni las ochocientas cuarenta mil organizaciones benéficas (ejem) que viven de las subvenciones del Estado (ejem). Ni el mismo Estado, claro. Aunque el Estado es de todos y sería un contrasentido que se pagase impuestos a sí mismo. (Lo de "el Estado es de todos" tómenlo como una metáfora; ciertamente es de todos, aunque de unos es más que de otros).
De todo lo anterior, ningún alcalde trabuquero de esos que claman por el IBI de los curas dice una palabra. Como decía Sarita Montiel en su célebre cuplé: "Pero eso lo callas, haces bien porque es cosa de hombres y tú no eres eso".
Nunca he sido muy católico, la verdad, pero me entra una simpatía inmensa por la iglesia de Roma cuando imagino a doña Leire Pajín hablando por teléfono desde alguno de los despachos que ocupa (sin pagar IBI), exigiendo a un comedor social de Cáritas que pague el IBI. Lo de "justicia pero no por mi casa", especialidad ética de nuestras clases dirigentes, es un discurso que ya apesta. Entre creer en el misterio de la Santísima Trinidad o en Leire Pajín, asemejados y asemejadas, un servidor, si es necesario, vuelve a vestirse de marinerito y hace la segunda comunión. No te jode.
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