Últimamente las buenas noticias me las dan los amigos, como debe ser.
Decía quien lo decía, con su puntito de razón, que las buenas noticias no son noticia sino publicidad. Noticias, las malas. Por eso suele ocurrir que el modelo de "buena noticia" se reduce al ámbito de lo personal, prácticamente lo privado. Lo que sucede es que, con la que está cayendo ahí fuera, algunos intentamos hacer más grande nuestra casa y más pequeño el mundo. No sé si se me entiende. Más que una cuestión de dimensiones es una cuestión de magnitudes. El cumpleaños de mi hijo es muy importante; los 100.000.000 € rescatadores, por el contrario, tienden a importarme un pito.
Últimamente las buenas noticias me las dan los amigos de la mejor manera posible: libros. ¿Alguien es capaz de más?
El pasado sábado, tras una tarde deliciosa de café y conversación en el Macondo coruñés, Xosé Antonio López Silva, descubridor de los últimos inéditos de Cunqueiro, compilador y editor de los mismos, me obsequió este ejemplar de la obra.
Se abrió la espita y en tres días han caído tres certificados de correos. Conviene a saber:
Últimas mareas, de José Antonio Moreno Jurado
El canon heterodoxo, de Antonio Enrique
La tumba del monfí, de José María Pérez Zúñiga
Últimamente, mi buzón de la correspondencia es un arca redentora donde los amigos depositan su mensaje. La distancia es testigo de su cercanía.
Para gozarla. Me refiero a la vida, la amistad. La literatura.
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