Hace unos días encontré en el centro cívico de Arteixo un ejemplar de Paraíso, revista de actualidad cultural editada por la Xunta de Galicia. El número corresponde a marzo de 2012. La portada y el reportaje principal de interior están dedicados al estreno en lengua gallega de la adaptación teatral de El florido pensil, obra que todos conocemos igual que a su autor (y a quien no sepa quién es Andrés, ni merece la pena explicárselo ni tampoco enterarle de lo que se pierde).
Han pasado dieciséis años y El florido pensil continua siendo libro de referencia en librerías, estrenándose en los escenarios y marcando el "tono máximo" del género inaugurado por Andrés Sopeña, el cual versaba más o menos sobre la educación durante los años del franquismo. La cantidad de opúsculos, ensayos en tono humorístico, reediciones de libros de texto de la época, rancios manuales de urbanismo y otras joyas bibliográficas de aquellos tiempos fue inmensa. De lo que fue moda ha quedado justamente y solamente la obra inaugural, que es sustancia. Y esa virtud de permanencia tiene una sola explicación: talento.
El ingenio y el sentido de la oportunidad dan para dos o tres semanas en la lista de "más vendidos". El talento es otra cosa. Como diría don Ricardo Gullón: "No es que dure mucho, es que nunca se extingue".
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