José Vicente Pascual González - News
Y del mismo modo que estos, con sus altibajos de calidad literaria, supieron subir uno o más escalones respecto a los desmesurados y deshilachados folletines españoles decimonónicos, también Juan Manuel de Prada, con Me hallará la muerte, supera en grados de modernidad y literariedad, con mejores recursos técnicos, a esa novela popular de los años veinte. Aunque, eso sí, permaneciendo fiel a los fundamentos que rigen a la novela popular, como es la existencia de un 'héroe' que oculta algún secreto, como acaece con el protagonista, de muy acertada nominación, Juan Expósito; o bien, sabiendo conjugar un referente histórico y los diversos reflejos sociales y políticos de la época en la que se enmarca, junto a episodios ficticios para dinamizar la acción.
Una novela que, en buena lógica, pierde la fuerza emocional propia del cuento, si la comparamos con el relato La muerte de mi duple (1917), de José María Salaverría, de muy similar temática, pero gana en comunicación literaria más intensa y seductora, que atrapa al lector desde las primeras páginas y lo lleva de la mano del narrador por donde este quiere. Incluso las descripciones, tan desvaídas en múltiples ocasiones en la novela popular, tienen especial fuerza y consistencia porque J. M. de Prada las sabe ajustar con un doble guiño cinematográfico: el de la propia escritura, como por ejemplo, las relativas a los campos de concentración rusos donde internan a los expedicionarios de la División Azul, a veces salpicadas de pinceladas metafóricas o líricas; y el de la percepción visual que nos transfiere la lectura al evocar secuencias fílmicas de la película de José María ForquéEmbajadores en el infierno (1956).
Es, pues, la bien estudiada arquitectura formal de la intriga la que posibilita que el aludido tópico del sosias adquiera renovado interés a través del personaje de Juan Expósito, ladronzuelo de poca monta, y las diversas peripecias en las que se ve envuelto: crimen en el Retiro madrileño, alistamiento en la División Azul y penalidades sufridas en Rusia, vuelta a España a bordo del Semíramis, adaptación a su usurpada personalidad, contrabando y estraperlo, asesinato de un antiguo compañero divisionario para que no lo descubra, pinceladas eróticas, etc.; y todo ello adobado, en precisos momentos del discurrir de la historia, por personales juicios críticos, ideológicos y éticos, sobre el acontecer sociopolítico de la época.
Todo un logrado afán narrativo por renovar, depurar y modernizar una novela popular tan del gusto entre las clases medias de los inicios del siglo XX que, tras su desprecio y desgaste, Juan Manuel de Prada rehabilita y promociona.
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