Los próximos 17 y 18 de marzo, coincidiendo con el bicentenario de la Constitución de 1812, se reunirá en Cádiz la
Asamblea Estatal Ciudadana Constituyente. No me pregunten qué se pretende constituir porque no lo sé, pero la cosa pinta interesante. La iniciativa surge de los movimientos y colectivos más o menos articulados en torno al 15-M, indignados, primaveristas de Valencia, antisistemas de Barcelona y, en fin, esos ámbitos.
Uno de los más destacados teóricos de este movimiento asambleario es el profesor Juan Carlos Monedero, quien, en un artículo que camino lleva de hacerse célebre, señala: “
Si estamos ante un cambio del contrato social en España y en Europa, hay que regresar a los lugares donde se reelaboran los contratos sociales. Esos espacios están en la sociedad civil, en la prensa crítica, en centros sociales, universidades, institutos, oficinas, fábricas y plazas”. O sea, hay que volver a empezar.
Las anteriores frases están extraídas, como indicaba, de una colaboración publicada en el diario Público bajo el título “
Hoja de ruta para una izquierda náufraga”. Ya nos vamos acercando entonces a la cuestión: como la izquierda europea, especialmente la española, ha fracasado con estrépito en su proyecto social y político, ha defraudado a millones de electores y ha emprendido su retirada, camino de los consejos de administración de las más importantes empresas, montada en BMW, entonces la alternativa parece insoslayable: refundar las bases de nuestra sociedad.
Hombre, un poco de sentido común: refunden ustedes la izquierda, que es quien los ha dejado tirados. De la derecha no tendrán queja, supongo... Son los de siempre y hacen lo que se espera de ellos. Desmontar el liceo y construir un nuevo anfiteatro porque la soprano está muda, parece una exageración. Un disparate si pensamos que en esas asambleas constituyentes expondrán sus alternativas, con la locuacidad acostumbrada, los famosos mendas que salen siempre en TV, con la cara tapada y detrás de un contenedor en llamas. Esperemos que de la oratoria no evolucionen a la
praxis revolucionaria. Más que nada porque el espectáculo de policías repartiendo mamporros y manifestantes arrojando piedras y rompiendo cajeros, de puro cotidiano se ha hecho aburrido. Muy aburrido.
Por otra parte, resulta conmovedor comprobar la capacidad mimética de los movimientos espontáneos (muy legítimos, muy en su derecho, casi siempre con muchísima razón de su parte, cada cosa es cada cosa); pero, a la postre, muy previsibles. "
La juventud imita fórmulas de éxito", decía un conocido experto en publicidad. Así parece. De la revolución islandesa a la catarsis griega, de la primavera árabe a la intifada palestina. Lo copian rebién. Ahora llegan aires como de revolución francesa, aquella histórica convocatoria de los Estados Generales. Dentro de poco, imagino, tocará la toma del palacio de invierno. Y después, para el verano más o menos, otro mayo del 68.
Y la izquierda de toda la vida, pues eso: a lo suyo. En ENDESA y lugares semejantes. Su natural. Tampoco han cambiado tanto las cosas. Lo cierto es que no han cambiado nada. La única novedad consiste en que cada vez más gente se da cuenta de que nada cambia; y por el camino que vamos... Calcado está el panorama.